julio 15, 2011

a gissell |relato|

Pintura(foto) por Niccoleta Tomas Caravia
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Él no sabía su desgracia, hasta que escucho hablar de los síntomas por boca de un amigo, pero es cuando escribe una Nota con la misión de calmar sus ganas de volver a sentir el roce de su abdomen contra su ombligo,  se entera que aquel mal también había llegado a tocarle los pantalones, escribe para sí mismo, escuchando a su corazón, terco el último; no entendiendo que, sí, fue tocado, violado, exprimido, mutilado. Es cuando de sus golpes contra las teclas deseos, nace la historia que he de venir a relatar. Pero me llena de envidia saber que la persona de quien habló él en esta Nota, en aquel tiempo, es por esta parte, su esposa ahora. El mulato tuvo suerte.

En su nota escribe:
No he vuelto a verla porque me lo prohibí a mí mismo, hay una causa atrayente que no quiere ser dominada, creo que aquel deseo se disolverá con golpear las teclas esta noche, no siendo del todo algo claro, cual goteo se presta disolverse gota a gota, sangre que se acumulo en mi cabeza, ando loco, logra un propósito este insomnio: encontrar la respuesta a esta loca idea de dejar saludos para Ella, con ellas,  también Compañeras de la Noche. Saludos espontáneos y esperanzadores a que lleguen a destino, porque hay todavía un deseo minúsculo en mi - el de no ser olvidado por ella - que  pensándolo detenidamente, deja un mensaje erróneo  cuando la razón domina al corazón, de que piense que quiero volver a verla cuando escuche de boca de sus amigas, que estoy buscándola cual loco endemoniado, un lobo en busca de su presa, - ella en celo, yo en busca de un cuerpo donde desfogar -, un deseo que no quiere perderse y alcanza su punto más alto llegada las Noches de Soledad. No, no he vuelto a saber de ella, pero espero este Bien, no he encontrado de nuevo  fuerzas (pero tengo los motivos, mas se aceleran a ser deseos) para acercarme a esa esquina donde Trabaja, donde la he visto incontables veces antes de aceptar yo mismo que no es lo que me atrajo de ella, verla semidesnuda al viento, no, ella buscando esconderse de los caballos metálicos con bombillos de azul y rojo en el techo, haciendo sonar la sirena cuando la veían haciendo poses cuando se sentía pieza de recambio por los ojos de hombres de uniforme verdusco que le devolvían el gesto haciendo sonar la sirena. Fue lo prohibido, lo recuerdo como si ahora estuviera de nuevo dando pelea en el brote de la intocable, para curvear su anatomía al sol, fue el deseo de sentirla, de caer sobre ella cual viuda negra después de ser fertilizada se come a su compañero, fueron aquellos ojos, su boca que me daba aires a querer versarla sin querer pagar por sus servicios, su fuerte presencia, los demonios se dejaban engatusar cuando llegaba yo, a metros de ella, pero cuando entendí que era locura lo que tenía, todo se apagaba cual bombillo quemado, es cuando entendí que eso que sentía estaba asustando a las demás, ya que llegaba callado a solo mirarla de lejos, que si encuentro tiempo, iré a verla solo para saludarla, cosa que creo que para ese entonces muchos cuerpos la habrán tocado, y para ese entonces es más seguro que no recordara nuestra noche húmeda, el coito perfecto, los orgasmos que llenaban la atmosfera de gritos desenfrenados rasgando el aire colapsado por nuestros alientos, iré - ¿porque no hacerlo? -, si Yo sé, que me recibirá con los brazos abiertos. Muy probable que si, mas ahora que sé, es un conducto que utilizo para verme como soy: un espécimen que busca el placer en  el cuerpo que no es el de mi Esposa.  Un juguete  en el que puedes encontrar placer al rose enérgico, espontaneo y carnal que te da una mujer de la noche. Así es Gissell. Un servicio pagado, pero servicio al fin y al cabo. Un deseo que se domestica a salir del cauce de este rio que fue manso por unos largos años, los que llevo casado hasta este maldito día en que decidió este musculo tramposo enamorarse, y que puede convertirse con el tiempo, en mi perdición a largo plazo. Sobre todo si el cheque del mes se encuentra en mi bolsillo derecho, cuento con que no hay mejor recompensa para su tiempo, el de darle siempre las gracias como mejor cree ella, pagándole no con Dólares, solo con Euros. Lo sé, se que está mal bla bla bla, digas lo que digas, estamos hablando de Gissell, codiciosa y rabiosa, sin razones aparentes para seguir viviendo, solo su trabajo le da un sitio privilegiado en la sociedad, ya que según sus palabras conoce gente muy poderosa que la sacarían de problemas, o si por alguna mala trama del destino estuviera detrás de los barrotes, si  amerita que sea ajusticiada por dar Amor del Bueno en su oficio clandestino, un amor alquilado, hasta escuchar que el mismo Alcalde tiene privilegios sobre ella, entiendo al fin que estoy durmiendo con una de las mejores, ella siempre ahí, en la segunda cuadra de la Av. Dolor, siempre alegre, mostrando sus mejores atributos, su mejor fórmula para atraer a los faltos de afecto, a los incrédulos, a los eternos ‘mansos caribúes’ que se prestan a ser presas de esta Anaconda en la Cama, expuesta a cualquier tempestad, expuesta a cualquier peligro, hombres dispuestos a pagar el mejor precio para tenerla entre sus brazos - carne para llevar - suelen perderse entre sus encantos, encuentran atrayente el hecho de que es eso, un acto prohibido, sobre todo cuando te das cuenta que es un cuerpo que no puedes poseer con solo los billetes que tienes en la billetera, una Mujer de la Noche, cuando te das cuenta es tarde, más cuando es ella quien aprendió que la seducción comienza desde la primera vez que un hombre posa los ojos en sus curvas remotas, en sus senos nacientes y huérfanos de verdaderas caricias, las que da el hombre que muere por estar con la mujer, no con el objeto alquilado, las manos que serian mutiladas si ella lo ordenase en caso no cumplan con dar verdadero placer  – quiero imaginar que ella termina virgen todas las noches, desde que su vientre fue la pista de baile de mis caricias,  desde Marzo que fue el ultimo de nuestros encuentros, quiero pensar eso, mentirme a mí mismo, pero sé que me estoy engañando, pero es un engaño al final, el que me ayuda con estas locas ganas de salir raudo a golpear a todo aquel que osa posar sus ojos en ella, quiero pensarlo, quiero, lloro -, hay siempre quienes pierden la cabeza solo imaginando tener tal privilegio de encontrarse entre las sabanas de aquella quien es dueña de la Av. Dolor, donde hay siempre un acto amatorio tan igual o enérgico y, húmedo desde el comienzo de los tiempos. Las Calles son Oscuras solo encontrando algunos faros ovoides prendidos, dándoles luz para sus regateos, para el remate, para poder hacer de este negocio uno de los más antiguos, como dice: quien se encuentra en la Av. Dolor, es eso lo que queda después, - dolor en el corazón - a todos aquellos que lograron entrar en su cama en el Hostal Chavín, pero tomaron mucho de ese licor llamado libido y embriagados, no supieron evadir los encontrones con el corazón, y sin saber días después llegar a Enamorarse de Gissell. Esta es mi historia. Fui un tonto, lo dijo alguien un día que -el amor es ciego-. Termine sin mi cheque, sin mi esposa y sin mis hijos, pero aquí estoy sintiendo que despierta de nuevo con compas de dos en dos, se extiende, coge calor y cuerpo, las venillas se inflan de sangre, se aloca entre mis piernas, cuando me acuerdo de ella al escribir este relato de lo que ocurrió esa noche. Ando enfermo.


Cuando quiere amorosa, cuando contagiada por la atmosfera, llega a ser gata de techo, si muestras más que entusiasmo, si muestras más que pasión. Las ventanas dan a la avenida de su alma, en esa verma hay muchas caras que no se enteran todavía de lo nuestro, cuando vuelva, le diré que la Amo. Busco entonces el camino, los faroles que me dan el encuentro crean sombras detrás de mí, me desconozco ahora, no sé si es verdad, o es que estoy soñando. Al verla en el encuentro de esas dos calles, con un gesto la invito a pasar al olvido de las horas. Acordamos el precio, se yo que no aceptara otra vez que page menos que la ultima vez, es cuando le digo que quiero lo que otros no le da. Quiero que sea ella, grave, suelta, menos pionera más aventurera. Puerto de hombres, muerte en la oscuridad.


Era sudor, lo sentí al bajar al encuentro con su ombligo, de la unión de gotas de sudor, una laguna se ve ahora, sus cabellos han cambiado por ser Sábado, a un color mas desgarrador, la peluca de turno es de un rojo fuerte, ahora esta cae al piso sin sentirme sorprendido porque la tire cual tigresa golpea a su presa con un zarpazo, me tumba a la cama, es cuando veo sus cabellos negros oscuridad, ella coge las riendas y me envuelve cual anaconda, pero no me estrangula, solo me aprieta los pezones y me deja vivir el momento, mis ojos se desviaban a encontrar sus puntos de entre la arena de su piel ayudado por la luz tenue que saludaba por la ventana, las palabras pasaban a ser gemidos, los colores no los encontraba, se había apagado la luz, es cuando ella curiosa me decía en un desfogue de pasión – no seas tímido mulato, hoy soy tuya - 




Recuerdo aquel primer y último encuentro, cuando llamado a ser la perdición de mis futuros días, convertí a esa mujer en una Diosa del acto amatorio, sabiendo que su experiencia ha sido pulida por el transcurrir de los años. Recuerdo a detalle todo aquello que realizo, mucha sensualidad hay en esa mujer, para acabar entre los brazos de su cliente de turno. Porque es ella quien escoge, no tu. Antes que termine las horas donde hay más clientela, fue aquella noche en que se puede decir que fui Yo, quien salió ganador de su presencia hasta llegada la mañana. Un gozo que muero por repetir, pero a la vez, queda el miedo a que se convierta en una adicción a su cuerpo. Me encuentro entre la intocable y sus pechos erectos y firmes, cubiertos suavemente por las sabanas que se ven transparentes por la luz que entra por la ventana y ayudado por la pasión y las gotas de sudor, cojo fuerzas, con picardía plantar mi firma en el comienzo de su pubis – esta cuca es mía- (con flechita incluida con dirección al deseo) con la pregunta en la cabeza, de privarme o no, de este espectáculo dejo que la tinta se seque al calor de de su cuerpo, Gissell yace con los ojos cerrados después de nuestro encuentro amatorio,  irremediablemente cansada, cual virgen dichosa de poder, sabe que no será interrumpida hasta llegada la tarde,  al vestirme lentamente, cojo una de las batas, y me destino al baño, hay en el baño indicios de la noche anterior: la tina sigue con espuma y el jabón yace en el suelo con indicios que ha sido usado por alguien, como si recordara esta que hace pocas horas un cuerpo desnudo estuvo  allí, tomando un baño caliente, después interrumpido por el acompañante de la noche que la hizo suya también en aquella tina color blanco marfil, y puedo quedarme con esa imagen en el vitral de mis recuerdos, mi rostro junto al de ella, hablándole al oído, susurrándole – estas caliente -, ya que sigue cual estudiante en primavera muestra una sonrisa picara y es una aventura tras otra, toca su mañanero, recién es ahora que me animo a escribir del último de nuestros encuentros, los vapores todavía han de salir de aquella tina, el espejo está cubierto por nuestro aliento, opacando la imagen volviéndola macabra, no encuentro mi otro calzado, he de acordarme que lo perdí en el pasadizo, esperanzado todavía encontrarlo ahí, me dispongo a salir solo con uno el que tengo en el pie derecho, y como intruso solo un susurro de mi existencia se deja escuchar en el pasillo, pero no está, alguien lo había dejado en la recepción, gracias Dios. Son 100 dólares  – me lo dice  en voz baja -, el hombre con sonrisa en los labios, que está detrás del mostrador con un timbre que se escucha siempre para llamar al botones para ordenar seguirme a tomar un taxi, pago al contado, no debe de haber ningún indicio de que estuve en aquel hostal, edificio de encuentros espontáneos de hombres y mujeres que solo se ven una sola vez al mes, a la semana, o solo por una y ultima vez, es sabido que Gissell, no querrá levantarse hasta llegada la tarde, pago las horas adelantadas, después de su ducha, llegada la tarde, siempre escoge el mismo restaurant para degustar de un almuerzo que sabe a desayuno almuerzo y cena, hasta que la noche sorprenda de nuevo con la luna encendida, porque no quiere pasar por el tedioso e incomodo momento, de tener que hablar con aquel hombre de turno, quien se encuentre a su lado cuando después de haberlo hecho por horas cual gata descarriada – ¿pero quién está con el cronometro en mano?- se vea en lo incomodo de los tantas charlas sin sentido y sin importancia después de hacer el amor, ¿por qué complicarse? – dijo ella un día -desde aquel entonces no cargo reloj, presuroso a contar los minutos, decidí deshacerme de el.

Las arenas se mueven, dan las tres de la tarde y no encuentro como olvidarme de lo que paso la noche anterior, escribo esto para entender porque ahora, estoy en la misma Avenida pero ahora con el bolsillo lleno, no de Euros, si no, con un estuche en el cual se encuentra un 18 quilates, encuentra ella la cartera, pero como es suelta de huesos, no comparte la misma idea, pero después de mucho insistir me digo a mi mismo – si, tuve suerte esa noche, este día, y los años siguientes-

A Gissell


[relato con el que participe en en evento SEMANA DE RELATOS EROTICOS - PAROXISMO LITERARIO]

Agradecimientos a:

-Paroxismo Literario [http://www.facebook.com/notes/paroxismo-literario/a-gissell-por-armando-quiroz-cajan-per%C3%BA/139871666093639 ]

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