Escritores Invitados
por Luis Bernardo Rodríguez
En HD
I
Seguía la programación de los canales en un
solo rincón del hogar (habían aprobado
junto a su esposo). Ambos decidieron que el televisor no se multiplicara e
invadieran otros espacios. El único aparato que tenían en la casa, sufrió un
desperfecto en el tubo de imagen y optaron reponerlo por una inmensa pantalla;
de varias pulgadas, con un sistema de audio que envolvía el ambiente (aumentaba
la tensión de las voces y los efectos de sonido que emitían). Así lo había
probado en el supermercado, que vendía equipamientos para el hogar, y que
además tenían la gentileza de realizar la instalación sin costos extras.
Cuando
todo fue conectado y puesto en marcha, se rieron mutuamente, porque pensaban
que hasta el más aburrido de los comerciales se transformaría en una soberbia y
majestuosa experiencia para los sentidos, pero el hombre que les realizó el
trabajo de conexión no le causó mucha gracia por lo visto, estaba de muy mal
humor, incluso, rechazó la propina y se fue casi espantado.
Con el
“HD” la nueva plataforma digital que todos los canales habían optado, por no
quedarles otro camino, impusieron el virtuosismo de los detalles a una
exposición más ampliada e intensa hasta el momento.
Ella recorría la oferta de la televisión
abierta, que en ese instante, le ofrecía un drama familiar donde dos mujeres
gordas están a punto de tomarse de los pelos por un hombre. Pasa de repente, a
otras mujeres de exagerados cuerpo, casi imposibles de concebir naturalmente
solo a base de cirugías e implantes se puede lograr desnudar ante la cámara esa
belleza artificial, que para asombro del espectador se mueven en un certamen de
baile. La crónica roja de la competencia no da tregua al asombro, mientras
cavila que cada vez es menor el impacto y más dura nuestra sensibilidad, ya no
hay imagen que retrate el horror y nos conmueva. Siempre se buscaba llevar un
poco más lejos, un poco más bajo. También visitó al grupo de jóvenes encerrados
en una casa y espiados por cámaras panópticas. Ella no entiende qué interés
suscita una persona cepillándose los dientes pero algún morbo se deberá activar
para lograr esa audiencia envidiable. Llegó en ese recorrido nómade por los
canales, a los avances de las noticias de la noche, que la esperaba como
protagonista. Vio con encogimiento, una mujer entrada en años, sin juventud, de
mirada interesante (entre seriedad y humildad), esta impronta, quizá, era su
credibilidad pero no había nada de lozanía ni frescura. La calidad de imagen le
devolvía en su pantalla, una suerte de dictamen irrefutable, los años habían
pasado sobre ella y las huellas se exacerbaban bajo el lente de la nueva
tecnología.
La
periodista Bianca Rojas durante casi quince años interrumpidos, fue la figura
femenina (de la dupla) que sostenía el informativo central del canal. Además,
era una de las personalidades más respetadas del medio por sus aportes
periodísticos y sus libros de historia, que siempre fueron poco valorados en
foros académicos. Menospreciados a pobres resúmenes históricos o ensayos breves,
en clave de crónicas, casi rayando en la ficción. Ella reconocía la
inconsistencia en sus producciones, al igual que los fundamentos que esgrimían
sus críticos, pero se defendía con la excusa de que su objetivo era solo la
divulgación. De todas formas, siempre le llegaba el pedido editorial y, todos los años se veía inmensa; en las
presentaciones, en la firma de ejemplares y entrevistas para promocionarlo. Obviamente,
el mecanismo andaba por si solo. No tenía que solicitar ninguna ayuda, venían
las invitaciones para exponer su más reciente trabajo, tanto en radio, prensa
escrita y televisión. Como no podía ser de otra forma, ella era una figura
pública y todos se alimentaban de todos. Una ecuación ideal que resultaba en
ganancias al por mayor, particularmente, para la editorial que podía costear
sus fiestas de fin de año con solo la venta del primer tiraje de ejemplares de
la periodista. No era un éxito, era una rutina de ventas; basado en un nombre
establecido y una publicidad gratuita.
La falta
de tiempo era otro argumento. Ella se inducía para lamentar ciertas
prohibiciones; como cultivar sus gustos intelectuales pero pronto llegaría el
ocio para saldar sus carencias. Pretendía avocarse por completo a la
investigación y no someterse, como hasta ahora, al subrayado de tesis de
estudiantes que recibía para armar sus fragmentados textos. Iría ella misma a
revolver documentos y actas, para darle al público y a la academia, el
equilibrio justo de una ágil prosa, aliado a un desarrollo histórico basado en
su sólida intuición periodística. Todas estas ambiciones las sentía próximas.
En
cambio, no era insensible a la amenaza que representaba la revelación del
periodismo joven, que el canal estaba apoyando casi impúdicamente. Conocía el
movimiento de esta picadora de carne y no era su intención ser procesada, sin
antes lucir un mínimo de dignidad. Pensaba renunciar antes que le solicitaran su
retiro, antes de plasmar todos sus años de carrera en una placa a modo de
homenaje, que olvidarían de pulir en algún rincón del estudio o incluirla en la
planilla de productores (que nadie escucha) para seguir colaborando con la
institución pero fuera de toda cámara.
Esta
chica, sin formación (más allá del cursillo de periodismo que a duras penas
pudo terminar) había saltado a la opinión pública cuando empezó a cubrir
móviles en las calles. Le destacaban la frescura que emitía, cada vez que
alguna de sus notas salían al aire. Su constancia era visible y los altos
jerarcas del canal la ficharon para unirla al equipo de producción del
informativo central y sus ediciones durante el día.
Un
logro que le facilitó empezar a cobrar un moderado sueldo (ya que como becada
no obtenía ingresos; solo los gastos de locomoción y algún que otro canje por
publicidad, a cambio de vestuario, calzado y la cita habitual a la peluquería)
fue enfrentarse en una discusión airada,
con el militar retirado y último alto mando en la etapa final del gobierno de
facto de la nación. A punto de ser procesado por crímenes durante la dictadura,
la joven osó embestir al viejo con preguntas incómodas. Si hubiesen sido
formuladas veinte años atrás, las respuestas serían distintas e incierto el
futuro para esta chica, pero la democracia envalentona al periodismo o al menos
los suelta de boca con más facilidad.
Bianca
Rosas tomaba, todos los cambios del canal con respecto a la dirección de las
noticias y su tratamiento, con una calmada atención. La plana policial, ocupaba
buena parte del caudal de noticias (junto con los deportes como siempre) pero
revestidas de una teatralidad sin precedentes. Estruendosos titulares, sonidos
que eran compaginados, y todo apuntaba al crecimiento exponencial de
inseguridad, que la población ya percibía. Las imágenes cada vez más crudas,
teñidas de sangre contagiaban violencia y hacían que los números de audiencia respondieran
a estas provocaciones; -la verdad es
así-, comentaban los defensores de esta postura.
Un día,
el vivo la tomó desprevenida. En esa ocasión, el cronista de la sección
policiales advertía a los televidentes sobre el explícito contenido de las
imágenes, que a continuación se verían y que podían provocar en personas
sensibles un golpe emocional muy fuerte y los convidaba a no mirarlas. Mientras
el movilero comenzó a recitar esta advertencia, ella se había sumergido en su
computadora personal para revisar el nivel de audiencia que le llegaba minuto a
minuto, fue cuando alzó la mirada (como tantos que sintonizaban el noticiero a
esa hora). El estupor y la asquerosa fascinación ante el resultado que un
vuelco de una camioneta en la autopista, había dejado como saldo; a tres de los
cuatro ocupantes muertos. Una familia que viajaba fuera de la ciudad, había
encontrado el trágico desenlace en la carretera. La única sobreviviente era la
hija de unos seis años de edad. El primer plano la mostraba llorando
desamparada y atrapada entre los hierros retorcidos. Luego, vendría el envió en
directo de las peores imágenes; en las que se observaban el cuerpo sin vida de
la madre y el de su marido al volante, decapitado.
Apenas
unos breves segundos (eternos y crueles) para Bianca Rosas, que veía como su
arrugado rostro volvía al aire en alta definición. Esa nitidez le aumentaba en
años, junto a todos los detalles que el maquillaje no cubría, como las
empecinadas manchas en sus manos que tapaban la boca torcida (como ocultando la
vergüenza). De esta forma, tan descolocada, debió continuar como si nada
hubiera acontecido, pero no pudo. Pidió una pauta publicitaria y comenzó el
griterío histérico contra los productores y su colega. Vociferó el asco que le
daba todo el canal y la falta de ética en sacar al aire algo tan bajo y
sensacionalista. Indignada, se fue a su camerino pero no volvería a ocupar la
silla junto a su compañero, con el que hacían la dupla más vista de la
televisión ni se despediría como todas las noches. Deseándole un excelente fin
de jornada y convocar a la audiencia para la próxima entrega informativa o
cuando la noticia así lo solicite.
II
Grita
desde su silla doña Eva, que sintonizaba el noticiero; - son los Morales, nene,
vení a ver, “avemaría Purísima”-. Estática e impactada ante las imágenes, se
persigna y mira al cielo para lanzar un ahogado sollozo que altera a su nieto,
distraído hasta ese momento. La mujer le ordena que cruce la calle para dar
aviso a la vecina, Magdalena Morales, madre del hombre, que su siniestro final
había sido transmitido desde el lugar del accidente.
Corría
el joven y saltaba el muro para acercarse al terreno de los Morales, pero ya
había una decena de vecinos. Uno golpeó la puerta, mientras algunos más se
sumaban, con la misma expresión sombría.
La
vivienda abre sus puertas rápidamente. Mostraba el rostro compungido y
desesperado de doña Magdalena. Se apoya en el marco de la entrada y un grito de
dolor, que ningún efecto sonoro podría superar, impactó de forma tan lastimosa
y real que llegaría a lacerar cualquier corazón endurecido.
La
mujer llora y grita por su hijo, por su nuera, por sus nietos. Estrena la
palpable dimensión de la tragedia. Al borde del desmayo, algunos vecinos de la
cuadra que por su proximidad, la ayudaban a mantenerse en pie y le abren la
puerta de un vehículo (que se detuvo hace un instante y nadie había visto).
Otros se reúnen en pequeños grupos, para romper el incómodo silencio que se
produjo a partir de la huida del coche. Ahora, la pobre mujer está en boca de
todos.
I-II-III
El
gerente del supermercado estaba furioso con el empleado, que no había dado ingreso
a una partida de televisores. Le solicita a su secretaria que diera aviso por
altavoz.
Inundaba
el salón del inmenso supermercado la delicada voz, acompañada por el habitual
acople. Al llamado improvisado, comenzó con un tembloroso timbre en la voz y el
final del aviso no auguraba nada bueno.
- Señor Álvaro Morales, encargado de la
sección audio y video, presentarse en gerencia ahora -.
El
abrupto final de la solicitud por el altavoz, llamaba la atención de todos lo
compañeros del encargado de ventas. Al unísono, lo miraron con obscena
curiosidad.
Incomodado por el acervo de miradas que
cosechó, Álvaro Morales; atraviesa los pasillos, sube la escalera y abre las
puertas de la gerencia. Con la misma celeridad, con la que ejecutó estos
movimientos, siempre se manejó y por
esta característica; aplicada en el trabajo, finalmente le rindieron frutos.
Complacido con su cargo y su remuneración, las
preocupaciones siempre giraban entorno a su trabajo y se excusaba de su
obsesión laboral, refiriéndose como la rutina de un esclavo del salario.
El
gerente lo recibía con el peor semblante que encontró para reprobar su
equivocación.
Obviamente, surtió efecto el recibimiento.
Álvaro Morales se sentía intimidado y confundido.
-Creo haberle dejado una orden acerca del
embarque alemán que llegó hace cuatro días. ¿Recuerda cuál fue?- le instó con
la mano para que le respondiera.
- Sé exactamente cual fue su orden; que los
televisores no se pusiera a la venta y que permanecieran en el depósito hasta
nuevo aviso-.
- Pues ¿entonces qué sucedió?
- Ayer fue mi día libre, alguien subió el
producto y lo expuso al público. Se vendieron dos y están todavía en el sector
de envíos para realizar la instalación a los clientes. Deberían salir en un
rato.
- Usted me conoce y sabe que no tolero que me
contradigan, orden que dejo se cumple- Revuelve unas facturas sobre el
escritorio, mira detenidamente una de
ellas y deja reposar la última sentencia, esperando que el silencio moleste.
- No le
va hacer nada mal que usted realice uno de los trabajos. Vaya y tome una de las
camionetas e instale uno, diviértase.
- No puedo hacerlo hoy, usted sabe que pedí
para salir antes de hora tengo que hacer un viaje de cuatrocientos kilómetros
por el cumpleaños de mi ahijada. Con esa tarea no llego a la terminal de
autobuses a tiempo. Me esperan; mi mujer e hijos, con los boletos.
- Usted es una persona ágil y dinámica no se
desanime. Además tiene locomoción propia, no sé porque no lo puede hacer.
Álvaro Morales se mordía de rabia pero por
orgullo o terquedad, iba a someterse a los caprichos del gerente. Cuando abrió
la puerta, lo detuvo su superior para una última mordida a su paciencia.
- Por cierto, el vendedor que está a su cargo
me comentó; que una de las clientas es bastante popular en televisión. Cuando
la vea en pantalla, en el futuro va a recordar su error, apúrese y salga hacer
lo que le pedí.
Luego
de salir del despacho toma su teléfono móvil y le dice a su mujer que lo espere
en casa y que cancele los boletos, que van a ir en la camioneta de ellos. Le
ruega que estén listos para cuando él llegue y le explicaría todo en el camino.
Se encuentra cansado, malhumorado y para colmo escaso de tiempo.
Miró la
dirección de la clienta y se va presuroso en la camioneta de la empresa. Llegó
en quince minutos a la casa. Demorarón en abrirle la puerta, tan furioso se
encontraba, que apenas dejó un destemplado “buenas tardes”. Pidió que le
indicaran el lugar donde instalar los artículos adquiridos. Conectó todo el
manojo de cables a las entradas correspondientes y a los parlantes. Por un
momento, caviló el motivo por el cual la gente necesita que le instalen estos
aparatos cada vez más prácticos. Claro está, que el envió y la instalación es
gratis, como parte del servicio de la empresa y estos desconsiderados se dirán
para qué desperdiciarlo, aunque yo pueda hacerlo.
Encendió
el aparato con el control remoto (a
punto de estrujarlo entre las manos) y verifica que la señal es recibida. Le
entregó los papeles correspondientes al estado de la compra. La mujer firmó y
le adjuntó una buena propina, por el trabajo realizado pero que él rechazó, con
un desabrido muchas gracias. En ese momento, al ver el rostro de la mujer
abriéndole la puerta, le resulta familiar. Intentó en su cabeza, hacer
coincidir esa cara con la serie de fotografía en su archivo de la memoria. Enseguida,
cayó que estaba frente a la mujer del noticiero pero no le interesa, en lo más
mínimo, detenerse en la frivolidad de saludarla a modo de reconocimiento.
Salió
para la calle en busca de su esposa, que esperaba su llegada. También, meditó
que debió realizar la inspección del coche (que había postergado para la semana
entrante). Ahora, solo se encomienda a la providencia, de que en plena ruta no
fuera a quedarse varado.
Sabía
lo retrasado que estaba. Había dejado la camioneta de la empresa en los
galpones y se tomó un taxímetro hasta su casa. Cuando bajó, vio a la vecina de
enfrente abriendo un poco la cortina para espiar quien descendía del coche. Cuando
entró, lo primero que le dijo a su mujer fue; - La vieja Eva cada más chusma,
pasa una mosca y se va a la ventana para no perdérsela-.
Su
esposa le contesta; -Tú madre está con ella, así que no hables mucho que son
las dos iguales-.
La
familia Morales sube al auto, ya nada ni nadie puede impedir su partida. La
mujer lleva al niño junto a ella en brazos, en el asiento del acompañante. Su
otra hija, de seis años, se coloca el cinturón de seguridad en el asiento
trasero. Mientras Álvaro, muy cansado, comienza a sentir jaqueca y enciende el
motor. Quiere salir de la ciudad porque pude aumentar la velocidad en la ruta,
para disminuir el atraso aunque a esa
altura tiene deseos de cancelar el viaje.
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por Luis Bernardo Rodríguez
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