noviembre 11, 2013

Un siglo con Camus [por Andrés Canseco] [Escritores Invitados]

“El pesimismo de Camus no es derrotista; por el contrario, entraña un llamado a la acción, o, más precisamente, a la rebeldía”.


-Mario Vargas Llosa-






7 de noviembre de 2013: 100 años del nacimiento de Albert Camus.




Tu nacimiento se dio poco antes de la primera gran herida del siglo XX. Tú advertirías luego que Europa se moría con la segunda. La miseria te rodeó,  pero no quebrantó tu joven espíritu. Un corazón que aprendía y unos pulmones que fallaban marcaron tu destino cuando el mundo aún no te abría las puertas como un hombre pleno. Entrega y compromiso te fueron moldeandon, junto a la solidaridad, una palabra aprendida en un campo de fútbol y reforzada en las tablas de un teatro.


Supiste sortear adversidades. Emigraste a la Ciudad Luz en busca de un destino de escritor. Aunque la destrucción asolaba tu ruta, no pudo torcerla.


París te recibió y un círculo de mentes lúcidas advirtió tu valía. Nunca permaneciste indiferente ante la injusticia, a pesar de que algunos hayan preferido callar o colaborar por comodidad. Fuiste francotirador inagotable; intolerantes y dóciles te tomaron como enemigo.  Pero también tuviste amigos fraternales y colegas escritores que te valoraron. Tu sensatez y tu crítica estuvieron en primera línea con valor.


La guerra pasó y el Nobel recayó sobre ti años después.  Tus palabras en Estocolmo dejaron las enseñanzas para una generación que debía evitar que el mundo se deshaga.  




Te conocí siendo yo muy joven; El extranjero y la crisis del hombre que se halla lanzado a una existencia sin sentido. Cuando aprendí una pizca más sobre la vida, reencontré a Meursault en días lluviosos.


El mito de Sísifo y la filosofía del absurdo a través del personaje griego que, aunque sea por un instante, saborea la felicidad.


La peste, con su descripción de la conducta humana en la crisis, dibuja la solidaridad y el espanto de la desesperación y la distancia.


Tu ensayo explosivo, El hombre rebelde; todo un freno para la mentira y la opresión ante una realidad que intenta aplastar y oprimir al individuo.


Con Bodas y El verano, sentí convertida en letras la experiencia incomparable de viajar. Los sitios que se conocen y a los que se retorna son más que parajes y espacio; son ideas y palabras que nos ponen en contacto con partes de nosotros mismos. Comprendí también, luego de haberlo encontrado frente a frente en una travesía, la razón de uno de tus tantos personajes que vencerán el olvido: el mar. Sin duda, son los textos más cercanos y emocionales en los que pude conocerte.  


Tus demás escritos y tus obras de teatro abundan en valor y enseñanzas, refugios en los que es saludable volver a tropezar cada cierto tiempo.




Te imagino con tu abrigo y tu cigarrillo, consumiéndose recíprocamente por la tuberculosis.




La fecha que motiva estas líneas me invita a pensar en un siglo de tu nacimiento; pero tu muerte también rodea mi mente y –como no me ocurre sólo con un puñado de autores- me pone algo triste. Borges había dicho alguna vez de Oscar Wilde: “Pensar en él es pensar en un amigo íntimo, que no hemos visto nunca pero cuya voz conocemos, y que extrañamos cada día”. Algo similar me pasa en estos tiempos contigo. Ese accidente, la carretera, la fatalidad. No dudo al decir que el mundo hoy sería un poco menos terrible si no te hubieras ido de él ese día de enero de  1960.



Octavio Paz, quien te conoció y admiró, escribió alguna vez: "Nada fue ayer, nada mañana, / todo es presente, todo está presente, / y cae y no sabemos en qué pozos, /ni si detrás de ese sinfín / aguarda Dios, o el Diablo, / o simplemente Nadie". Exista o no algo más allá, hoy me atribuyo con soberbia justificada la voz del planeta al decirte: ¡Gracias, hombre valiente y rebelde!

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