noviembre 15, 2013

Abril (buscando como comenzar la Nolvela, 1er Intento) [Novela Online] [Armando Q.][Escritores Invitados]

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Capítulo I
Martes


Escogí el día de hoy para visitarla, me juraba a mi misma que hoy era <día de visitas> en el hospital en donde estaba internada, pero tan despistada como siempre, me dijo la enfermera que tenia que esperar a mañana,  -¿mañana? ella preguntará por mi, lo hará, y se vera con la noticia, que tendrá que esperar un día más para verme- le dije, a la señorita de blanco que tuve que hacer muchas cosas para poder llegar hoy, pero fue en vano, pedí permiso en el trabajo y no podía creer que me equivoque de nuevo en el día, estaba segura que hoy era miércoles, pero como ha de estar mi cabeza con tantas cosas, que no puedo creer que recién sea Martes, ¡maldita sea! No soy de las que andan maldiciendo todo el tiempo, pero me molesta saberme estúpida. Allí Yo, tan ingenua, despistada desde pequeña, pidiéndole a la enfermera que me deje entrar a verla, que si mañana es miércoles, no podré tampoco verla, su familia me lo ha impedido desde que la hospitalizaron, la señorita de blanco compadeciéndose, me dejo solo unos minutos observarla desde la puerta, fue cuando logre ver junto a su cama los libros que leíamos cuando éramos niñas, lo mas seguro es que Alan se los habría traído de la casa del árbol. Duerme tan placidamente que me ablanda el corazón, no puedo sujetarme en una pieza y mi intento por acercarme es impedido por la mano fría que me sujeta firmemente, unas uñas afiladas se incrustan en mi huesudo hombro, fue cuando entendí que hay una pared muy gruesa, que no deja que nos reunamos, ni mis lágrimas pudieron ablandar su corazón frío y falto de calor, la escena que veía ella, no podía contra las monedas que el Padrastro había dejado adivinando mi visita, las que se ganaba centavo a centavo, apartándome de este cuarto. Estuve allí parada sintiendo como los pesados segundos pasaban, y no podía hacer nada, si tan siquiera pudiera ella escuchar mi voz, sabría que estaba alli, esperándola, sabiendo eso, estoy segura que despertaría de su sueño eterno. Pero al igual que otros días no pude sostener su mano, mencionarle que Juan está bien, que lo hospitalizaron hace dos días, y que pronto podrá volver a caminar, solo fue un susto, uno que te quita el aliento. Pero creo que fue ella, quien se llevo la peor parte, no estaba segura si Ernesto estaba todavía en el parque Madrid, pero al salir del hospital, después de visitar a Juan iría a verlo. Tenía él, que saber de ella, de Anel, que se encontraba bien, que no hacia falta, ninguna venganza, que todo debía ser olvidado, que no tendría sentido, seguir adelante con aquellos planes. Espero quiera escucharme. Al salir del hospital, y dejar atrás el recuerdo de ese día, pude cruzar las plantaciones, correr con las fuerzas que mis piernas enclenques me dieran tracción y, refugiarme en el jardín que rodea el Hospital donde se encontraba Juan, el “Niño Jesús” era uno de los pocos hospitales que quedaban en pie, no sabíamos si lograríamos dejar a Juan en ese lugar, pero felizmente pudimos gracias a Elena, una amiga que tiene a su tía trabajando de voluntaria, estuve toda la tarde esperando a que apareciera Ernesto, pero también el día de hoy, no se apareció, nunca llego a ver a uno de sus camaradas -¡el colmo, con este marica de mala entrega! Ya vera, cuando lo vea, se acordará de todos los días de su vida- deduje entonces que lo podría encontrar en la casa del árbol, a veces nos reuníamos lo chicos y Yo, en aquel huérfano de padre y madre, que era el único que no nos entendía, y nos daba cobijo con tal de mantenerlo verde y reluciente, era una simbiosis que nos ayudo mucho. No estaba segura, si podría encontrarlo allí, pero estuve buscándolo por muchos de los lugares que frecuentábamos con los chicos, pero nadie sabia de el, al parecer a Ernesto se lo había tragado la tierra. –¡mejor!- así me ahorran la molestia de haberlo hecho con mis propias manos- venir a portarse de esa manera, con Juan y Anel, nos conocemos de toda la vida, nos criamos juntos en la Glorieta, saludar era para conocidos, nosotros teníamos nuestro propio saludo, el de hermanos de sangre, cambiamos de lugar siempre, para despistar a los guardias, nunca encontrarían la verdadera ubicación de alguno de nosotros, no lo sabrían, pero como siempre, hubo una oportunidad, donde tuvimos que tropezar con la mala suerte.