Capítulo I
Martes
Escogí el día de hoy para
visitarla, me juraba a mi misma que hoy era <día de visitas> en el
hospital en donde estaba internada, pero tan despistada como siempre, me dijo
la enfermera que tenia que esperar a mañana,
-¿mañana? ella preguntará por mi, lo hará, y se vera con la noticia, que
tendrá que esperar un día más para verme- le dije, a la señorita de blanco que
tuve que hacer muchas cosas para poder llegar hoy, pero fue en vano, pedí
permiso en el trabajo y no podía creer que me equivoque de nuevo en el día,
estaba segura que hoy era miércoles, pero como ha de estar mi cabeza con tantas
cosas, que no puedo creer que recién sea Martes, ¡maldita sea! No soy de las
que andan maldiciendo todo el tiempo, pero me molesta saberme estúpida. Allí
Yo, tan ingenua, despistada desde pequeña, pidiéndole a la enfermera que me
deje entrar a verla, que si mañana es miércoles, no podré tampoco verla, su
familia me lo ha impedido desde que la hospitalizaron, la señorita de blanco compadeciéndose,
me dejo solo unos minutos observarla desde la puerta, fue cuando logre ver
junto a su cama los libros que leíamos cuando éramos niñas, lo mas seguro es
que Alan
se los habría traído de la casa del árbol. Duerme tan placidamente que me
ablanda el corazón, no puedo sujetarme en una pieza y mi intento por acercarme
es impedido por la mano fría que me sujeta firmemente, unas uñas afiladas se incrustan
en mi huesudo hombro, fue cuando entendí que hay una pared muy gruesa, que no
deja que nos reunamos, ni mis lágrimas pudieron ablandar su corazón frío y
falto de calor, la escena que veía ella, no podía contra las monedas que el
Padrastro había dejado adivinando mi visita, las que se ganaba centavo a
centavo, apartándome de este cuarto. Estuve allí parada sintiendo como los pesados
segundos pasaban, y no podía hacer nada, si tan siquiera pudiera ella escuchar
mi voz, sabría que estaba alli, esperándola, sabiendo eso, estoy segura que despertaría
de su sueño eterno. Pero al igual que otros días no pude sostener su mano,
mencionarle que Juan está bien, que lo hospitalizaron hace dos días, y que
pronto podrá volver a caminar, solo fue un susto, uno que te quita el aliento.
Pero creo que fue ella, quien se llevo la peor parte, no estaba segura si Ernesto
estaba todavía en el parque Madrid,
pero al salir del hospital, después de visitar a Juan iría a verlo. Tenía
él, que saber de ella, de Anel, que se encontraba bien, que no
hacia falta, ninguna venganza, que todo debía ser olvidado, que no tendría
sentido, seguir adelante con aquellos planes. Espero quiera escucharme. Al
salir del hospital, y dejar atrás el recuerdo de ese día, pude cruzar las plantaciones,
correr con las fuerzas que mis piernas enclenques me dieran tracción y,
refugiarme en el jardín que rodea el Hospital donde se encontraba Juan,
el “Niño Jesús” era uno de los pocos hospitales que quedaban en pie, no sabíamos
si lograríamos dejar a Juan en ese lugar, pero felizmente
pudimos gracias a Elena, una amiga que tiene a su tía trabajando de voluntaria, estuve
toda la tarde esperando a que apareciera Ernesto, pero también el día de hoy,
no se apareció, nunca llego a ver a uno de sus camaradas -¡el colmo, con este
marica de mala entrega! Ya vera, cuando lo vea, se acordará de todos los días
de su vida- deduje entonces que lo podría encontrar en la casa del árbol, a
veces nos reuníamos lo chicos y Yo, en aquel huérfano de padre y madre, que era
el único que no nos entendía, y nos daba cobijo con tal de mantenerlo verde y
reluciente, era una simbiosis que nos ayudo mucho. No estaba segura, si podría
encontrarlo allí, pero estuve buscándolo por muchos de los lugares que frecuentábamos
con los chicos, pero nadie sabia de el, al parecer a Ernesto se lo había
tragado la tierra. –¡mejor!- así me ahorran la molestia de haberlo hecho con mis
propias manos- venir a portarse de esa manera, con Juan y Anel, nos conocemos
de toda la vida, nos criamos juntos en la Glorieta, saludar era para conocidos,
nosotros teníamos nuestro propio saludo, el de hermanos de sangre, cambiamos de
lugar siempre, para despistar a los guardias, nunca encontrarían la verdadera
ubicación de alguno de nosotros, no lo sabrían, pero como siempre, hubo una
oportunidad, donde tuvimos que tropezar con la mala suerte.