Escritores Invitados
desaparezco
La carne, es solo un empaque ¿Desilusionado?
Dame tiempo. Es fácil sentirse triste en estos días, sobre todo cuando
encuentro que el tiempo se roba sus recuerdos, me siento impotente, cada día que
pasa un fragmento de su vida en este mundo se va, se aleja cual hoja marchita
cae al olvido, sin poder hacer nada, se esconde donde no podrá nunca recuperarlo,
así son las cosas, así es la vida. Nos quita todo, nos arrebata todo y, lo peor
de todo es que no podemos hacer nada, sería ideal poder envejecer con nuestros
recuerdos intactos, no perdiéndolos, pero eso, no es creo, algo que podamos
escoger. Todos los días, tengo que ser el loco que grita cada palabra, el que
salta sobre ella para hacerle entrega de un
beso soberano que la devuelve de nuevo a mi lado, primero adivinando mi nombre, luego de unos minutos
de haber mencionado a todos los nietos que recuerda, logra encontrar el mío
en un rincón que ha podido permanecer intacto, es así que la devuelvo todos los
días a este tiempo, a este espacio que compartimos, creo ser afortunado por
todavía tenerla, creo estar en buen camino para poder mantenerla a
salvo, todo lo que ha perdido, no podrá ser recuperado, pero sé también que la
estoy perdiendo, lo siento muy adentro, que por los poros de su piel se le
escapa cada día algo de ella, algo suyo. Es triste, quiero ser valiente endureciéndome
viéndola sentada en su sillón, pero me ablando cuando de sus labios pronuncia
todavía mi nombre cual amorosas palabras nacieran de sus adentros, todavía
pintadas con cálidos susurros que esconden signos descifrados por mi corazón.
Encuentro que mientras escribo estas líneas, ella también escribe en su
memoria, pero sus recuerdos no los podrá mantener intactos, la lluvia vendrá,
el viento traerá consigo humedad, las líneas creadas la noche anterior no serán
las mismas, la humedad y el viento son ahora enemigos que no lograré someter. Es
por ello que cada mañana al verla, la abrazo, le digo con palabras febriles que
todavía es ella mi Abuelacha, que aún bajo esas arrugas puedo reconocerla, ella
atina a mandarme las mismas palabras –loquito- ese es creo, mi tierno seudónimo, para
poder luego preguntarle cual cuestionario matutino -¿Quién soy Yo?- para luego
ella con la sonrisa que se ha vuelto mi felicidad tempranera, decirme –Armandito-
me deshago ahí mismo, escondo las lágrimas que quieren entreverse por debajo de
mis ojos, aun me recuerda, como la recuerdo a ella, con su caminar apurado, sus
manitas arrugadas por la edad y castigadas por el fogón y las actividades
hogareñas, sus ojos cansados, aun la
recuerdo con sus vestidos largos y de colores enteros, sus chalequitos monos y
sus cabellos aun con el tinte negro que siempre es un regalo de su hija menor, aún lacios, bellos, manteniendo su hermoso semblante, pero añorando que un día
dejen ese camino que los transformara en una melena blanca, lastima, es el tiempo
que interrumpe mi monólogo, es el tiempo quien quiere quitármela, es por ello
que trato de disfrutarla todo lo que pueda, para mañana más tarde "el
Adiós", sea menos doloroso. Y no haya arrepentimientos. Es así como poco a poco,
día tras día desaparezco de entre sus recuerdos, sin poder hacer nada, solo he
encontrado una forma, de que quede testimonio de mi esfuerzo, y es como consigo
que este espacio sea el palacio de nuestros recuerdos.
para mi Abuela.