julio 19, 2011

la muerte metálica |papeles olvidados|

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Fue un relámpago que congelo mi existencia. El aullido se escucho en el aire deambulando como huérfano sin casa, arañazos en la pizarra dejaban a mi corazón con miedo, sabían todos que algo había pasado y, que era sin duda una de las cosas que uno nunca quisiera llegar a ver, mucho menos vivir. La muerte rondaba. Eso Yo lo sabía cuando aquel cuerpo según Yo, sin vida, destrozaba la mañana, a la salida del Trabajo. Me descontrole, sabía que estaba mal, me dedique a pensar de más. Es cuando de mis adentros, una tembladera que no podía controlar se manifiesta de nuevo con imágenes, es cuando con lágrimas en mis ojos, el cuerpo inerte de mi compañero de toda la vida “El Platanazo” llamado así por un amigo mío. Foster de nuevo controlaba mis pasos, me acercaba más, y el cuerpecito tomaba fuerzas para aferrarse a la vida. Respiraba. Alivio. Después de unos minutos encuentra su Dueño hacerse paso de entre la gente, brindarle su casaca al bulto que yace temblando, el que lo abrigaba de este clima invernal, ahora le pertenece a la esperanza, de calmar el temblar de sus huesos, sus orejas, su hocico ahora algo humedecido por saliva que solo encuentra salida por entre sus dientes. Y el silencio y los runruneos ahora son quebrados. Mas solo se escucha la pregunta, y descongela el silencio en medio del carril – ¿qué te paso Jaco? – ahora el Amo solo llora, llora sin control. Todos consuelan ese llanto, pero el respirar del pobre animal se hace más lento y tenue. Merece este el ser atendido lo más antes posible, es por eso que el Amo, coge en brazos a ese bulto de pelos, que ahora con algunos huesos quebradizos, coge fuerzas para gemir. Pero solo se escucha una leve petición de dolor. El alivio ya viene. La lista está hecha, y Jaco esta en ella. Pero su Amo no quiere el dejarlo ir.
Es cuando pienso, que si hubiera tenido tal valor aquel mes de Febrero, ahora en este momento estaría escribiendo de Foster, no de Jaco.
Veo otra vez la escena de mi Compañero en la niña de mis ojos, cuando de sus patadas, sus  gemidos me hacían más pobre, menos valiente. Es cuando encuentro el cómo hacerme fuerte. Y no soltar lagrimas. El Dueño del can, que yacía en medio de la pista, con peligro a que lo atropellen por segunda vez, me da una señal, me acerco raudo a descongelarme de mi trance y doy el primer paso con miedo, aquel can, ya sin vida, no tenia más nada que hacer en este mundo. Es cuando acercándome me doy con la sorpresa de que sigue vivo. Es cuando sumergido en la Fe, que tiene su Amo, por conseguir su respirar, algo leve, destronando el dominio de la Muerte en aquella escena. Una esperanza se ve detrás de las alas de su Amo. Un ángel ha de bajar para brindar sentencia. Tiene porque VIVIR.
El Joven no más de veinticinco años, ahora está con el cuerpo de su cachorro en brazos, en el paradero a medio metro de mí. Le sugiero que no lo exponga a la llovizna. Que no sea muy tarde. Vago en mis recuerdos, se acerca un Taxi, ninguno quiere llevarlo. - ¿Qué tan mala puede ser la gente?-. Un Ingeniero de la planta a pedido mío, se ofrece, lo lleva, se pierde entre los caballos de metal. Consigo por fin encontrar como llegar a casa. Es cuando siento muy rápido el corazón latir, y me pregunto yo mismo ya en la oscuridad de mis pensamientos – ¿se habrá salvado Jaco?- lo veré de nuevo cruzar alegre la autopista al encuentro de su Amo, que corre también a su encuentro, ¿lo veré mañana?  ¿Pasado mañana?. ¿O no lo veré nunca?

La llovizna hacía de la escena macabra, descuido por un momento mis cosas, y me destino a escribir. Me duele el corazón, encuentro que las heridas no han cicatrizado, me cuesta el darle termino a este relato. Porque en sí, no sé en verdad a ciencia cierta, si hay un final feliz.













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