por Flor V. Chavez (Perú)
Mi Ultimo Día
“Hoy es tu ultimo día, morirás a
las 11 y 59 minutos con 60 segundos de la noche, del día de hoy, te aconsejo,
que vivas intensamente, porque es el ultimo que te queda”
La muerte (T).
Las letras estaban escritas como si fuera la marca de un lápiz labial
dorado con un matiz de brillantina, el sobre delicadamente colocado sobre la
mesita que estaba al lado de mi cama; sostenía la nota y temblaba, camine
descalza sintiendo el frío de las baldosas sobre mis pies, me hacía sentir
viva, cuando paradójicamente ya me sentía muerta, revise el seguro de la puerta
de mi cuarto, muy bien cerrado por dentro como lo había dejado antes de
acostarme en la noche, las ventanas que daban a mi balcón, también cerradas por
dentro y con el seguro, las cortinas cerradas, sabia y juraba que nadie había
entrado a mi habitación esa noche, y sin embargo el sobre en mis manos quemaba,
literalmente quemaba, como si hubiera sido escrito en el… me detuve en seco, ¡Dios, estaba delirando!
No puede ser.
¡¿Quién demonios me había dejado una
carta así?!
Volví mi mirada a la mesita de noche,
mis ojos se posaron sobre el calendario.
1 de enero del 2013.
Tenía que ser una broma, qué más podía
ser, me puse un buzo y una camiseta y baje a la cocina, vi el maletín de mi
novio sobre la silla, y un jugo de naranja a medio tomar sobre la encimera.
-
¿Valentín? ¡Valentín, muy
graciosa tu nota eh! ¿Cómo diablos entraste a mi cuarto?
No hubo respuesta, seguro estaba
cabreado, hace mucho tiempo que Valentín no dormía conmigo.
Espere por Valentín a que viniera de
donde estuviera y nada, subí a buscarlo por los
cuartos, en el cuarto de baño, en el ático, no estaba, empezaba
asustarme.
Me puse un abrigo que estaba colgado en
el gancho de la entrada, y salí a buscarlo, tal vez hubiera salido a la bodega
o la farmacia.
Nada.
Me pase gran parte de la mañana
buscándolo y no lo encontré, solo estaba su ropa, los libros que solía leer, su
maletín, su vaso de jugo sin terminar, él se había ido, no estaba, el último
lugar donde había huellas que había estado era ahí, donde había dejado su vaso,
podía verlo, viendo la foto pegada al refrigerador, una foto nuestra sonriendo
para el desconocido que nos tomaba la foto, felices, alegres, ¿A dónde se
habían ido esos días?
La nota en el bolsillo de mi piyama,
volvió a quemarme la piel.
Pero ahora, juraba que estaba reescrita.
Tonta! Estas perdiendo tu tiempo, ya solo te quedan 11 horas con 59 minutos
con 60 segundos, perdiendo lo último y lo único que te queda, llorando y
buscando lo que no tienes, lo que has perdido.
Tonta.
El T.
Recuerdos me golpearon, un verano en
París, regresando apresuradamente, Valentín desmayándose en la cocina luego que
hacía comentarios sobre esa misma foto que nos habíamos tomado, desmayándose,
dejando su jugo a medio terminar, muriendo minutos después en la ambulancia.
Me vestí apresuradamente, sentía todo el
tiempo la nota caliente, tal vez si era Valentín el que me enviaba la nota,
desde otra vida, tal vez ya solo tenía 11 horas! ¿Solo once horas?
MALDICIÓN!
Como me alcanzaría el tiempo para
decirles a mis padres que les amaba, a mis hermanos, a mis sobrinos, a mis
primos, a mis abuelos, ¿Me alcanzaría el tiempo para llevar una flor a la tumba
de mi abuelo? ¡Mis amigos de la escuela, del instituto y del trabajo! ¿Me
alcanzaría el tiempo para disculparme con Cynthia por haberla insultado el otro
día que me redacto mal la solicitud? ¿Podría decirle “Gracias” al chico del
puesto de periódicos que me alcanzo un pañuelo el otro día que me resbale en la
calle y me desangre la mano? ¿Me alcanzarían 11 horas para demostrarle a mi
hermana que los lujos que tengo no me servirían de nada, cuando la vida se me
acabe, dentro de… 10 horas?
¿Tendré 9 horas, tendré 8 minutos,
tendré 7 segundos, tendré 6 oportunidades, 5 razones, 3 disculpas, 2 te quiero,
y un solo te amo? ¿Los podre tener?
Mientras conducía rumbo a la casa donde
vivían mis padres, todas esas dudas y preguntas arremetían contra mí.
No dejaba de ver el reloj que como un
verdugo me anunciaba que cada momento, que cada minuto que corría era uno que
se me descontaba, pase toda la mañana de hoy, perdiendo el tiempo, buscando
quien podía haberme enviado la nota, buscando a Valentín por la calle, llorando
sobre el jugo de la encimera, llorando lo
perdido, deseando lo no obtenido, cuando tiempo había perdido…
No lo sabía, hasta ahora, hasta ese momento que pasaba a ser parte de mi
pasado.
Abrace
a todos los que pude, enterré mi orgullo y pedí perdón con sinceridad,
dije “Te Quiero” sin una gota de
ironía, deje el sarcasmo y fui honesta, no había sido así hacía mucho tiempo,
que tonto había sido esperar las últimas horas,… horas, ¿Horas?
Sentí nuevamente ese fogonazo de calor
en el bolsillo de mi abrigo.
“Aprendiste la lección, aunque lo hiciste el ultimo día de tu vida, te
queda 10 minutos”
El T.
Salí afuera, y vi las estrellas tan
hermosas y casi no había reparado en ellas desde que había dejado de ser niña,
la luna, se veía tan completa, tan llena, no la había contemplado con ganas
desde la primera vez que me dieron mi primer beso, ya no volvería a ver el sol,
respire una y otra vez, mientras las lágrimas me recordaban que seguía mi corazón
latiendo.
Aun había ese reloj de “cucú” en la casa
de mis padres.
Conté con miedo, cada cucú que daba el
canario de madera del reloj. Tres cucús anunciaban el cambio de hora.
Cucú, cucú…cucú.
Espere estática unos segundos más,
empezó a llover, no me moví, fue cuando sentí la nota otra vez contra mi piel,
pero esta vez ya no quemaba, tenía una sensación diferente.
La abrí con temor, sorprendida.
Tonta! Te quedan 23 horas con 59 minutos y 60 segundos. Tu día terminara en
ese momento.
Atte.
El tiempo. “A veces me gusta firmar mis facturas con ese sobrenombre, (La
Muerte) solo así me toman en serio”
Sonreí y vi a mis padres contemplándome
como si se dieran cuenta que había perdido la cordura, me guarde la nota en el
bolsillo, estaba agradecida, había sido el día más intenso del que tenía
memoria. Y ese día, no me arrepentiría de vivirlo nunca, ahora anhelaba más
días así.
Sonreí y comencé a chapotear sobre los
charcos que se estaban formando.