junio 05, 2012

Navajas, plumas y crestas |por Armando Q.| |Escritores Invitados|

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SEMANA POR EL DÍA DEL PADRE

Escritores Invitados
por Armando Q.


Navajas, Plumas y Crestas




Pensaba comenzar con -¿viejo, y que quieres…?-, antes de terminar, sentí una acidez en mi estomago al escuchar palabras adheridas con su experiencia de años adiestrando a las aves que siempre han sido, y creo serán, hasta que la gallina más joven deje este mundo, las que con sus cacareos, me han despertado todas las mañanas en estos últimos 30 años, todos los malditos días de mi vida, si, todos los días de mi existencia mediocre. Es curioso que piense ahora en esto, ya que su nieta tiene un amor innato a toda clase de animales, es gracioso, creo que ese amor por los animales ha llegado a transmitirse por la sangre, eso es bueno, pero malo para el bolsillo de mi hermano mayor, su casa ya es un zoológico con tantos animales domésticos. Me da risa darme cuenta que Maryore (mi sobrina) tiene ese afecto por los animales. Es la sangre escucho siempre.

Pero no, no pienses que es una queja, no, te equivocas, mi pregunta tuvo en aquel momento un propósito, adquirir información para saber qué pensaba el hombre de bigotes, una pista para buscar el regalo perfecto, un indicio para escoger de los múltiples utensilios que existen en el mundo en el que él es un perito, herramientas y demás objetos, uno que pueda resultar en una sonrisa merecida, mi viejo se encontraba cogiendo al animal de su bajo vientre, es cuando descubre que la flotación que le estaba aplicando a su engreído no será suficiente, así que me manda por unos limones  -córtalos en tajadas, este(mirando orgulloso al animal) pelea mañana, hay que ponerlo a punto, ah y también tráete al Colorado- mi misión era sencilla, mis pasos fueron callados hasta que se me ocurrió seguir junto a él, hasta que mi pregunta fuese contestada con solo ver sus necesidades, fue algo  tonto, ahora lo entiendo, un regalo es merecido, pero sigue siendo al final una sorpresa. Cogí al Colorado, al medir su peso mentalmente, dude, recordé que cada pelea, así sea por calentamiento o preparación, debe ser pareja, el Colorado, no tenía el peso para ser rival de un ejemplar tan experimentado como El Caballerito Carmelo. El animal que antes yacía en los brazos de mi viejo, ahora en el suelo arenoso saluda con un cacareo, para apagar las voces y gritos de los que se hicieron presentes, algunos cuantos curiosos que se arremolinaron como bichos acuosos, a ver de lo que estábamos haciendo, fue cuando la concentración del ave no se inmutaba, se concentraba mirando inerte un solo objetivo: su rival, el que tenía en mis brazos, que al unisonó segundos después de Carmelo, también soltó un cacareo como si el desafío estuviera escrito en el aire. –¡todavía no lo sueltes!- grito el hombre de bigotes, y fue cuando mi cuerpo tuvo reacción y con fuerza halé al animal hacia una altura prudente, Carmelo salto con una destreza que llego a asustarme, halé con fuerza, para que no sea cachado por Carmelo, este último, de una cresta rojiza, y un pico negro como la oscuridad, -maldición, casi la cago- me dije en ese momento, casi arruino todo, -concéntrate, concéntrate- me alentaba, para no perder el vuelto que venía como una sonrisa y un -bien hecho hijo-, el viejo puede aguantar todo, menos que seas una peste, el viejo puede aguantar todo, menos que seas un pelele, o un estorbo. Carmelo, el favorito te mi padre, un rojizo con negro, de plumas color naranja rojizo que terminaban en una cola negra como la noche, de plumas esplendidas, cuidadas con esmero y devoción, que cuando el sol lo cogía de lleno, pareciera que brillara cual moneda de oro, iba a tener su pollón (una pelea esperada, en donde hay mucha lana en juego) la noche siguiente, es por ello que necesitaba de este calentamiento, la multitud andaba ya con  ansias, contaban todos con los dientes apretados los segundos, Yo me encontraba en el corralón, me sentía extraño pues toda esta ovación era para dos animales que no sabrían en verdad que es lo que pasa, a Carmelo lo veía ansioso, y al Colorado no lo podía terminar de coger, de rato en rato pateaba, como queriendo ir a cogerle el pescuezo a Carmelo y hacer de este su gallina , me encontraba esperando la señal, -tenemos que encararlos- fue lo que dijo mi viejo, cogí fuerte al ave, la que se encontraba en mis manos con mucha suerte, pero que pronto iba a alimentar a Carmelo, eso fue lo que pensé, ya que el peso del Colorado no era el promedio, no entendiendo en si, por que la gente comenzó a ladrar y a vociferar, aquí el experto era mi Viejo, el sabe porqué hace estos encuentros temprano por la mañana, y sabe también a quienes encoger de entre sus guerreros, todos ya andaban cogiendo ansias. Mi viejo cogió a su ave, la encaro con el Colorado, las plumas del cuello de las dos aves, se irguieron como si por su cuerpo pasaran un metal imantado, sus intentos por cogerse eran en vano, pronto comenzaría la carnicería, llegue a divisar los guantecitos que fueron puestos en los espolones, para que no puedan lastimarse entre sí, las alas golpeaban fuerte a vista de los ojos que necesitaban ver a las aves batirse en duelo, no se pedía mas que solo tres minutos, tres largos y eternos minutos, que para las aves, es la vida o la muerte. Pero como pensé en ese instante, solo era un calentamiento para que pueda Carmelo coger calentura, soltamos  a las aves al mismo tiempo, Carmelo no pudo con su genio, teniendo un genio pésimo, mi brazo derecho es prueba de ello, haber sido picoteado tres veces por aquella ave en tiempos de su vida de polluelo, ya de polluelo era un don jiguna, diestro en el arte de hacer travesuras en el corral. Pero el Colorado, el ejemplar que en un principio tenía en mis brazos, fue valiente, fue el ejemplo, quien se gano las palmas, no achicó, no dejo pasar la ocasión para demostrar que en el futuro seria un campeón, pocas veces se le vio a Carmelo verse en aprietos, pasaron dos minutos, los más largos de mi vida, el ave se había hecho acreedora de su apelativo, Colorado como el tomate, la sangre no escogía grietas en su cabeza, se desparramaba por todo su cuello, Carmelo no la pasaba tan bien, comenzó siendo el favorito, termino en aprietos por un Colorado valentón. Mi viejo en vista que las dos aves se cogieron, y ninguna se dio a correr, decidió terminar la mecha, declarándola un empate. Pero los que estuvimos aquel día, sabíamos que Carmelo no entendió que fue lo que paso, la sangre de sus plumas lo decían todo, le dieron en su orgullo, si en caso estas aves tuvieran uno. Fue un golpe al corazón. Pero sirvo al fin a su propósito. Carmelo habría el pico para poder respirar, caliente, muy caliente, sus músculos no se relajaban, sus alas todavía se batían, esperando a ser levantado del suelo, y llevado a los corrales. Pero mi viejo se quedo viéndolo como si viera a un hijo pavonearse por todo el círculo, en donde el Colorado tuvo su victoria marcada, como si reclamara por revancha, las voces se callaron, los pasos se escuchaban lejanos, ya a solas con mi viejo, tuve la necesidad de preguntarle:

¿Viejo, fue empate?

Shuuu chimuelo, que no vez que te puede escuchar

Ah, avisa pe, viejo.

Las alas las batía al viento, cual triunfador amargado, suelto de huesos se pavoneaba por todo el circulo, mi viejo solo lo miraba, las mañanas como esta no se han repetido, pero como siempre, las aves han de tener el cómo sumergirlo, a mi viejo, en un mundo donde él se ha criado, y siempre ha querido compartir  sus experiencias con sus críos. No deseando decepcionarlo, no queriendo que la sonrisa que ahora muestra se apague, cual vela bajo la lluvia, pienso en silencio, que mi Viejo, no es un Padre cualquiera. No es un Padre común. Es un Padre Especial, y es en ese instante, cuando todo se aclaro, y vino a mi mente la respuesta que callo cual soplamocos, sacudiendo mi estomago, azuquita pa’ el café. –¡Lo tengo!, ya sé que regalarle al Viejo para el Día del Padre-.


Escritores Invitados
por Armando Q.