Escritores Invitados
por Armando Q.
Papeles Olvidados
Os Agradezco (3)
Caballos de hierro, al encuentro con Liam
Las luces de color carne se
apagaban al contestar las preguntas de la noche ¿Qué será, varón o mujer? No
han sabido cómo encontrarse entre si, por eso han descifrado el mapa de sus más
sueltos sentimientos, colapsando con el deseo en secreto de Elvis, de que sea varón,
mas adelante un científico, o un pronto prodigio de alguna disciplina, se llevo
sus penas y preocupaciones a la espalda, ahora viajaba sin saber a dónde iban
aquellos deseos por ser el primero al que vea aquella criatura, ser el primer
ser al que aprecie, obviando el hecho de que esa escena sería casi imposible de
ocurrir, a sabiendas que nacería con ojos solo para su madre, pues Dios ha
otorgado ese privilegio solo a las madres. No le importaba si tendría que
caminar desde su trabajo, o si solo al escuchar al vehículo ladrar gasolina,
pararse por el tráfico endemoniado, darse a la carrera, para poder estar
presente en el nacimiento de su primogénito, esto, pensándolo también en el
corto camino que le toma llegar al Hospital donde se encuentra su amada,
golpeándole, martillando su corazón, haciendo de su viaje más pesado, cuando
pensaba en cómo ha de estar su Amada Yasiris –¿necesitara quien la cuide, quien
la proteja, quien vele su sueño, quien le coja la mano?- se preguntaba si todavía ella se encontraría
en labor de parto, o si en caso llegará con la suerte de poder acompañarla en
esa tan hermosa tarea de traer al mundo a su retoño. El Taxi encuentra como
escapar del tráfico, ahora perseguidos por un vehículo lineal, aparentemente
este es un policía motorizado que vio la maniobra riesgosa que el conductor
siendo alentado por Elvis hizo para poder seguir en búsqueda de su destino. Tuvo
entonces que ser Elvis quien debía bajar del vehículo, que se estaciono tan luego
fueron intersecados, contándole su dolencia y preocupación, Elvis logra
persuadir al Uniformado, que ahora, se comprometió a ser su Escolta, al
parecer, el hombre de bigote y de gafas negras con revolver en la cintura,
también tendría a su flor de loto en cinta, y auguraba su buena acción del día,
sin que se lo pidieran, se ofreció de escolta para que su trayecto no tuviera
que ser parado por ninguna Luz Roja. Se despidió de volada, al darse cuenta que
no tenía suficiente dinero para pagar el taxi, casi sin pensarlo le conto al
chofer que no tenia para tan valerosa labor, así que solo le entrego unas
monedas golpeadas por el pasar tiempo que se encontraban olvidadas en el
bolsillo de obrero de Elvis sin esperar nada, el dueño del taxi suspiro,
sabiendo que cuando al hombre le mecen las preocupaciones, se olvidan en parte
de la mitad del mundo. La otra mitad solo se mantiene quieta esperando a que
pase algo. Es así que el dueño del taxi se ofrece a esperarlo por si necesita
alguna otra cosa, Elvis solo sonríe, y dice –deséeme serte- -¡suerte hijo!-
Pero nada hay, más que
encontrarse dominado por la preocupación, Elvis fue golpeado por una voz
chillona, para luego dejar de caminar por los pasillos, siendo interceptado por
una enfermera, que al ver al hombre hecho nervios, le pregunta qué es lo que
deseaba, -quiero ver a mi Mujer, a mi Bebe, a mi Amor, quiero saber dónde están,
pero nadie me dice nada- Cálmese, que dentro de poco lo llamaremos, sin decir
nada mas, se ubico en uno de los asientos destinados a los Padres primerizos,
no sabía qué pensar en aquel momento, solo se sentó allí, aparentando calma,
pero veía siempre el reloj colgado de la pared blanco humo. El minutero parecía
inmóvil a la vista de aquel hombre, que no veía las horas de estar junto a su
Amada. Sintió la presencia de alguien, al ver las zapatillas blancas cerca de él,
ya que estaba mirando el piso de lozas blancas, al erguirse, diviso el nombre
de la persona en un marbete de color blanco, Dr. Smit, -Dr. dígame, dígame sin
rodeos, mi mujer, mi bebe, mi vida, se encuentran bien ¿ya nació?- cálmese
hombre, que ya usted ha cogido al Diablo, suélteme que me está cogiendo con
todo y piel. –Lo siento Dr., dígame sin rodeos, ¿cómo está la cosa?- Su mujer
se encuentra muy bien, ha sido un parto rutinario, sin complicaciones, y la está
esperando ahora, puede usted pasar, es la cama 38, no se olvide que está un
poco cansada, así que no me la vaya a contagiar su alteración. –Gracias Dr.,
muchas, pero muchas gracias, pero ¿que fue?- No, no se lo puedo decir, su mujer
me dijo, que sea usted mismo, quien descubra el sexo-
Vaya, si, ella es así, siempre
haciéndome estas cosas, no sabe que estoy de puntitos corazón, me molesta saber
que hasta ahora, no se le quita aquella manía de ser Niña Mala. Sobre todo en
estas circunstancias, en que sus juegos hacen de mi corazón por mucho un nido
de avispas que quieren salir todas al mismo tiempo no habiendo agujero por
dónde hacerlo.
La puerta, la tenias que empujar para
poder entrar a aquel pasadizo, buscar la estancia donde se encontraba ella,
Yasiris volvía a despertar a ver de nuevo a la criatura que tenía ya en brazos,
de vez en cuando cerraba los ojos fingiendo estar dormida, para ver si sus ojos
la buscaban, o solo se quedaban plantaditos mirando el techo blanco. Sabía que
pronto entraría por aquella puerta Elvis y quería estar despierta, para cuando
viera a su retoño. Pero como suele pasar, los ojos se le cerraban, y sin darse
cuenta, ya Elvis había entrado sin que ella se diera cuenta, estaba sentado en
la única silla al lado de su cama, asustada le pide que no llore –no me pidas
eso, mira ve como te mira, esta hermoso- Cargarlo, le gusta que lo carguen.
Mira ve, ya hasta sientes lo que le gusta, cómo sabes de esto, creo que serás
una muy buena Madre. Tu serás un buen Padre, ya lo veras.
Sus bracitos eran dos cartulinas
que podrían doblarse si les ejercieras fuerza, sus ojos eran los de su madre,
su boquita, sus labios todavía estaba formándose, pero a leguas se sabía que
era todo un varón, su cabecita con algunos cabellos rebeldes, se distanciaba de
los demás bebes, había nacido prodigioso, casi angelical, con una bendición,
naciendo en un mes que busca abrigo. La sonrisa de Yasiris, decía mucho, cual
buen trabajo bien hecho, quería ser felicitada, pero aquel cuadro, el de Elvis
cargando al bebe de ambos, era la mejor recompensa, Elvis no dejaba de soltar
lágrimas, sin mencionar palabra, lágrimas de felicidad, quedándose impregnado
de aquel aroma, que suelen tener aquellas criaturas que en su pureza, no saben
del Mundo. –te llamaremos … Liam-
Ms. Azucena y la rosas blancas
Era ya de noche cuando leí su mensaje, fue en el año 2011, un año algo
alocado para Papeles Olvidados, con mucho trabajo, y a puertas de celebrar un
año más de vida. Mi querida Ms. Azucena me daba la noticia que estaría por Lima
solo por unas horas, en un viaje que la llevaría a pisar suelo Peruano, y que
me invitaba a pasar a saludarla. El problema era sin duda, la hora. Los
malditos horarios –pinches horarios, que no lo dejan a uno hacer nada- Llegaba de madrugada, sentía entonces que por
aquel entonces, las amistades se cosen con hilos imaginarios, por ello, no
hemos perdido contacto, siendo por aquel tiempo, solo Amigo de palabra. Los
amigos virtuales tienden a colarse en tu vida, cómo para desaparecer con el
tiempo, o para quedarse permanentemente. El tiempo pasa demasiado rápido, eso
lo sé, pero no ha menguado aquellas palabras que solemos dirigirnos desde
aquella primera vez, que quiso darme a cambio de un Hola. –Cuídate querido
Amigo-
El niño le dice a la maestra que la ecuación en la que estuvo
trabajando, la respuesta es errónea. Felipe tiene una tierna manera de
poner en aprietos a Ms. Azcarate, pero como siempre, sus esfuerzos son
eclipsados por Lorenzo, el defensor adjunto, y número UNO del salón. –Estas
equivocado Chavo, está bien, solo que como estas pensando en la china de Marilú,
no sabes diferenciar los números- la clase echa unas carcajadas, que hasta la
mismísima Ms., siente un poco de vergüenza. Felipe calla, pero su venganza
estaría a punto de ser escuchada por todos. –te espero chingon a que te planto
tus coscorrones a la salida, no servirás ni pa’ el arranque- -cuando quieras-,
dice Lorenzo, -te doy lo tuyo bien dado-. La Ms. se queda preocupada, y no
permite que las cosas lleguen al rio, sacude su lápiz, y apunta a Felipe, -al
rincón por amenazar a su compañero- por aquella vez, supo controlar a los
revoltosos, pero no siempre fue así, hay criaturas que no acaban bien, sabiendo
que pueden ser expulsados del colegio, son presas de su ADN revolucionario. Pudiendo
acabar algunos en el bote, o dirigidos por algún dictador, sicario, o por
ultimo acabar muerto en la esquina de la calle Dolor, de un balazo en la
frente. La Ms. Azcarate suelta la última
tarea al golpe, para que no tengan tiempo sus engreídos de hacer sus quejidos y
reclamos –ohhhh, pero Señoritaaaaaaaaaa- No!, copien las ecuaciones, y no sigan
que si no, les dejo más. Los sonidos son cayados, se escucha en el salón solo
los sonidos agudos de los lápices, siendo manipulados con rapidez, por niños,
que esperan con ansias que se acabe el día, para luego ser contagiados por la
euforia, por ser el comienzo de las vacaciones de mitad de año. Felipe, sale
corriendo, no sin antes pidiéndole disculpas a la Ms. Azcarate, y no sin antes,
siendo la Ms. Azcarate, quien pida que se den la mano, Alonso y Felipe, los dos
sin mirarse los ojos, sabiendo que eso no terminaría solo con ese apretón de
manos, se despidieron de la Ms. al mismo tiempo, pero tomando rumbos distintos
–algo se traen- dice para sí la Ms., que conoce a estas criaturas como si
fueran sus propios Hijos.
La Ms. Azcarate, que entre sus
colegas suelen envolverla en su diminutivo Azzu, por ser Azucena su nombre, y
es así como la llamáramos desde ahora, Azucena, cuenta siempre los días para
que lleguen las vacaciones, para así, verse ya sin el uniforme que la enrola en
las asignaturas que dicta en este colegio que también la cobijo entre sus aulas,
de uniforme con sus trenzas y en un tiempo con frenillos, con faldita por
debajo de las rodillas, de a cuadros, y dando saltos y conquistando chicos a la
hora de sonar la campana del recreo. Recuerdos que han cambiado su ánimo, los
de verse ahora libre, para poder gozar de la libertad, de nuevo, con los
montes, las dunas, el campo entre sus planes, y visitar la tumba de aquella
Madre que ahora se encuentra cogiendo brillos con Dios. No por nada, saben
todos, que le ha gustado siempre su profesión, pero como todo sabio, sabe a
ciencia cierta, que descansar de la rutina es lo mejor. Siempre tienes que
tener aquel Lugar a donde regresar, volver, donde te reencuentras contigo
mismo. Cuenta las horas para verse en los campos de su infancia, trabajar en la
cocina, realizar los manjares que familiares, donde su hermano es el más entusiasta,
encontraran siempre dulces y demás baratijas con que recordar todos juntos su
pasado, las reuniones familiares las organiza ella, donde manda llamar a toda
la familia, en donde disfrutan hay veces de delicias exóticas que solo Dioses
pueden darse tales gustos. Pero como ha de ser siempre, no puede dejar de
pensar en aquel viaje, en que toma siempre el bus, que la alejada de la divina
comunidad que la vio crecer, para luego sumergirse entre campos que llevan la
tarea de albergar a los muertos de millares de familias. La tumba de su Madre
encuentra un sitio rodeado de rosas blancas, a solo unos metros de un frondoso
árbol que le da sombra por la tarde, y la llena de lluvia oxidada, de hojas del
color de la vida, al caer en el mármol la existencia perdida de un caballero,
que no pierde la esperanza de hacer bien su trabajo, aquel árbol es fiel a su tarea,
nunca ha abandonado su sitio, los administradores de aquel campo de paz han
sabido darle todo para poder continuar con la razón de su vida, acompañar a la
Madre de Ms. Azucena, y es recompensado con la Poesía que escucha cada vez que
Azucena, otorga su visita anual, a la tumba de aquella Madre que partió pronto
cuando todavía ella, a sus tantos años, convertida ya en Señorita, todavía en
cursos y estudiando Educación, la deja en los brazos del Mundo, solamente con
la bendición. Azucena no llora al recitar el poema que ahora se escucha entre
los robles, las rosas blancas, el gras verdoso, los arboles danzas una canción
de arrullo, se oye tronar las ultimas aves que suelen coger sitio en aquellos
caballeros anclados por todo el camino, sobrepasan el borde del suelo para
afirmarse en la tierra. Azucena, coge el pañuelo donde se esconden las letras
bordadas, y sin dejar que las hojas caigan al sueño, las junta, las encierra en
una bolsa que sabe llevar para cuando tiene que limpiar el mármol donde se leen
la fecha y el nombre de una mujer que dio la vida por su hija. La señorita Azucena
se sienta ahora a cantar las notas de aquella canción que en su niñez, era del
gusto de su Madre, entona las notas, suele callar por momentos al encontrarse
con imágenes que suelen ser un silencioso encuentro con las manos de su madre acariciándole
los cabellos, ser cogida por una mano,
la de su madre, para que la Lleve a las Ferias, al Circo, al Cine, cambiaria
todo, porque se encuentre ahora a su lado, arrodillada asi con ella, le diga
que está bien. Pero ella sabe que su vida ha sido siempre a plenitud, sabiendo
que no encontraría nada más hermoso, que ver a su hija, la señorita Azucena,
echa un mujer, vivir como la ha sabido criar, dando todo por sus sueños, y
sintiendo aún sed, por comenzar otros.