mayo 05, 2012

Os agradezco (3) |por Armando Q.| |Escritores Invitados| |Papeles Olvidados|

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Escritores Invitados
por Armando Q.
Papeles Olvidados

Os Agradezco (3)



Caballos de hierro, al encuentro con Liam


Las luces de color carne se apagaban al contestar las preguntas de la noche ¿Qué será, varón o mujer? No han sabido cómo encontrarse entre si, por eso han descifrado el mapa de sus más sueltos sentimientos, colapsando con el deseo en secreto de Elvis, de que sea varón, mas adelante un científico, o un pronto prodigio de alguna disciplina, se llevo sus penas y preocupaciones a la espalda, ahora viajaba sin saber a dónde iban aquellos deseos por ser el primero al que vea aquella criatura, ser el primer ser al que aprecie, obviando el hecho de que esa escena sería casi imposible de ocurrir, a sabiendas que nacería con ojos solo para su madre, pues Dios ha otorgado ese privilegio solo a las madres. No le importaba si tendría que caminar desde su trabajo, o si solo al escuchar al vehículo ladrar gasolina, pararse por el tráfico endemoniado, darse a la carrera, para poder estar presente en el nacimiento de su primogénito, esto, pensándolo también en el corto camino que le toma llegar al Hospital donde se encuentra su amada, golpeándole, martillando su corazón, haciendo de su viaje más pesado, cuando pensaba en cómo ha de estar su Amada Yasiris –¿necesitara quien la cuide, quien la proteja, quien vele su sueño, quien le coja la mano?-  se preguntaba si todavía ella se encontraría en labor de parto, o si en caso llegará con la suerte de poder acompañarla en esa tan hermosa tarea de traer al mundo a su retoño. El Taxi encuentra como escapar del tráfico, ahora perseguidos por un vehículo lineal, aparentemente este es un policía motorizado que vio la maniobra riesgosa que el conductor siendo alentado por Elvis hizo para poder seguir en búsqueda de su destino. Tuvo entonces que ser Elvis quien debía bajar del vehículo, que se estaciono tan luego fueron intersecados, contándole su dolencia y preocupación, Elvis logra persuadir al Uniformado, que ahora, se comprometió a ser su Escolta, al parecer, el hombre de bigote y de gafas negras con revolver en la cintura, también tendría a su flor de loto en cinta, y auguraba su buena acción del día, sin que se lo pidieran, se ofreció de escolta para que su trayecto no tuviera que ser parado por ninguna Luz Roja. Se despidió de volada, al darse cuenta que no tenía suficiente dinero para pagar el taxi, casi sin pensarlo le conto al chofer que no tenia para tan valerosa labor, así que solo le entrego unas monedas golpeadas por el pasar tiempo que se encontraban olvidadas en el bolsillo de obrero de Elvis sin esperar nada, el dueño del taxi suspiro, sabiendo que cuando al hombre le mecen las preocupaciones, se olvidan en parte de la mitad del mundo. La otra mitad solo se mantiene quieta esperando a que pase algo. Es así que el dueño del taxi se ofrece a esperarlo por si necesita alguna otra cosa, Elvis solo sonríe, y dice –deséeme serte- -¡suerte hijo!-

Pero nada hay, más que encontrarse dominado por la preocupación, Elvis fue golpeado por una voz chillona, para luego dejar de caminar por los pasillos, siendo interceptado por una enfermera, que al ver al hombre hecho nervios, le pregunta qué es lo que deseaba, -quiero ver a mi Mujer, a mi Bebe, a mi Amor, quiero saber dónde están, pero nadie me dice nada- Cálmese, que dentro de poco lo llamaremos, sin decir nada mas, se ubico en uno de los asientos destinados a los Padres primerizos, no sabía qué pensar en aquel momento, solo se sentó allí, aparentando calma, pero veía siempre el reloj colgado de la pared blanco humo. El minutero parecía inmóvil a la vista de aquel hombre, que no veía las horas de estar junto a su Amada. Sintió la presencia de alguien, al ver las zapatillas blancas cerca de él, ya que estaba mirando el piso de lozas blancas, al erguirse, diviso el nombre de la persona en un marbete de color blanco, Dr. Smit, -Dr. dígame, dígame sin rodeos, mi mujer, mi bebe, mi vida, se encuentran bien ¿ya nació?- cálmese hombre, que ya usted ha cogido al Diablo, suélteme que me está cogiendo con todo y piel. –Lo siento Dr., dígame sin rodeos, ¿cómo está la cosa?- Su mujer se encuentra muy bien, ha sido un parto rutinario, sin complicaciones, y la está esperando ahora, puede usted pasar, es la cama 38, no se olvide que está un poco cansada, así que no me la vaya a contagiar su alteración. –Gracias Dr., muchas, pero muchas gracias, pero ¿que fue?- No, no se lo puedo decir, su mujer me dijo, que sea usted mismo, quien descubra el sexo-
Vaya, si, ella es así, siempre haciéndome estas cosas, no sabe que estoy de puntitos corazón, me molesta saber que hasta ahora, no se le quita aquella manía de ser Niña Mala. Sobre todo en estas circunstancias, en que sus juegos hacen de mi corazón por mucho un nido de avispas que quieren salir todas al mismo tiempo no habiendo agujero por dónde hacerlo.
La puerta, la tenias que empujar para poder entrar a aquel pasadizo, buscar la estancia donde se encontraba ella, Yasiris volvía a despertar a ver de nuevo a la criatura que tenía ya en brazos, de vez en cuando cerraba los ojos fingiendo estar dormida, para ver si sus ojos la buscaban, o solo se quedaban plantaditos mirando el techo blanco. Sabía que pronto entraría por aquella puerta Elvis y quería estar despierta, para cuando viera a su retoño. Pero como suele pasar, los ojos se le cerraban, y sin darse cuenta, ya Elvis había entrado sin que ella se diera cuenta, estaba sentado en la única silla al lado de su cama, asustada le pide que no llore –no me pidas eso, mira ve como te mira, esta hermoso- Cargarlo, le gusta que lo carguen. Mira ve, ya hasta sientes lo que le gusta, cómo sabes de esto, creo que serás una muy buena Madre. Tu serás un buen Padre, ya lo veras.
Sus bracitos eran dos cartulinas que podrían doblarse si les ejercieras fuerza, sus ojos eran los de su madre, su boquita, sus labios todavía estaba formándose, pero a leguas se sabía que era todo un varón, su cabecita con algunos cabellos rebeldes, se distanciaba de los demás bebes, había nacido prodigioso, casi angelical, con una bendición, naciendo en un mes que busca abrigo. La sonrisa de Yasiris, decía mucho, cual buen trabajo bien hecho, quería ser felicitada, pero aquel cuadro, el de Elvis cargando al bebe de ambos, era la mejor recompensa, Elvis no dejaba de soltar lágrimas, sin mencionar palabra, lágrimas de felicidad, quedándose impregnado de aquel aroma, que suelen tener aquellas criaturas que en su pureza, no saben del Mundo. –te llamaremos … Liam-


Ms. Azucena y la rosas blancas


Era ya de noche cuando leí su mensaje, fue en el año 2011, un año algo alocado para Papeles Olvidados, con mucho trabajo, y a puertas de celebrar un año más de vida. Mi querida Ms. Azucena me daba la noticia que estaría por Lima solo por unas horas, en un viaje que la llevaría a pisar suelo Peruano, y que me invitaba a pasar a saludarla. El problema era sin duda, la hora. Los malditos horarios –pinches horarios, que no lo dejan a uno hacer nada-  Llegaba de madrugada, sentía entonces que por aquel entonces, las amistades se cosen con hilos imaginarios, por ello, no hemos perdido contacto, siendo por aquel tiempo, solo Amigo de palabra. Los amigos virtuales tienden a colarse en tu vida, cómo para desaparecer con el tiempo, o para quedarse permanentemente. El tiempo pasa demasiado rápido, eso lo sé, pero no ha menguado aquellas palabras que solemos dirigirnos desde aquella primera vez, que quiso darme a cambio de un Hola. –Cuídate querido Amigo-
El niño le dice a la maestra que la ecuación en la que estuvo trabajando, la respuesta es errónea. Felipe tiene una tierna manera de poner en aprietos a Ms. Azcarate, pero como siempre, sus esfuerzos son eclipsados por Lorenzo, el defensor adjunto, y número UNO del salón. –Estas equivocado Chavo, está bien, solo que como estas pensando en la china de Marilú, no sabes diferenciar los números- la clase echa unas carcajadas, que hasta la mismísima Ms., siente un poco de vergüenza. Felipe calla, pero su venganza estaría a punto de ser escuchada por todos. –te espero chingon a que te planto tus coscorrones a la salida, no servirás ni pa’ el arranque- -cuando quieras-, dice Lorenzo, -te doy lo tuyo bien dado-. La Ms. se queda preocupada, y no permite que las cosas lleguen al rio, sacude su lápiz, y apunta a Felipe, -al rincón por amenazar a su compañero- por aquella vez, supo controlar a los revoltosos, pero no siempre fue así, hay criaturas que no acaban bien, sabiendo que pueden ser expulsados del colegio, son presas de su ADN revolucionario. Pudiendo acabar algunos en el bote, o dirigidos por algún dictador, sicario, o por ultimo acabar muerto en la esquina de la calle Dolor, de un balazo en la frente. La Ms.  Azcarate suelta la última tarea al golpe, para que no tengan tiempo sus engreídos de hacer sus quejidos y reclamos –ohhhh, pero Señoritaaaaaaaaaa- No!, copien las ecuaciones, y no sigan que si no, les dejo más. Los sonidos son cayados, se escucha en el salón solo los sonidos agudos de los lápices, siendo manipulados con rapidez, por niños, que esperan con ansias que se acabe el día, para luego ser contagiados por la euforia, por ser el comienzo de las vacaciones de mitad de año. Felipe, sale corriendo, no sin antes pidiéndole disculpas a la Ms. Azcarate, y no sin antes, siendo la Ms. Azcarate, quien pida que se den la mano, Alonso y Felipe, los dos sin mirarse los ojos, sabiendo que eso no terminaría solo con ese apretón de manos, se despidieron de la Ms. al mismo tiempo, pero tomando rumbos distintos –algo se traen- dice para sí la Ms., que conoce a estas criaturas como si fueran sus propios Hijos.
La Ms. Azcarate, que entre sus colegas suelen envolverla en su diminutivo Azzu, por ser Azucena su nombre, y es así como la llamáramos desde ahora, Azucena, cuenta siempre los días para que lleguen las vacaciones, para así, verse ya sin el uniforme que la enrola en las asignaturas que dicta en este colegio que también la cobijo entre sus aulas, de uniforme con sus trenzas y en un tiempo con frenillos, con faldita por debajo de las rodillas, de a cuadros, y dando saltos y conquistando chicos a la hora de sonar la campana del recreo. Recuerdos que han cambiado su ánimo, los de verse ahora libre, para poder gozar de la libertad, de nuevo, con los montes, las dunas, el campo entre sus planes, y visitar la tumba de aquella Madre que ahora se encuentra cogiendo brillos con Dios. No por nada, saben todos, que le ha gustado siempre su profesión, pero como todo sabio, sabe a ciencia cierta, que descansar de la rutina es lo mejor. Siempre tienes que tener aquel Lugar a donde regresar, volver, donde te reencuentras contigo mismo. Cuenta las horas para verse en los campos de su infancia, trabajar en la cocina, realizar los manjares que familiares, donde su hermano es el más entusiasta, encontraran siempre dulces y demás baratijas con que recordar todos juntos su pasado, las reuniones familiares las organiza ella, donde manda llamar a toda la familia, en donde disfrutan hay veces de delicias exóticas que solo Dioses pueden darse tales gustos. Pero como ha de ser siempre, no puede dejar de pensar en aquel viaje, en que toma siempre el bus, que la alejada de la divina comunidad que la vio crecer, para luego sumergirse entre campos que llevan la tarea de albergar a los muertos de millares de familias. La tumba de su Madre encuentra un sitio rodeado de rosas blancas, a solo unos metros de un frondoso árbol que le da sombra por la tarde, y la llena de lluvia oxidada, de hojas del color de la vida, al caer en el mármol la existencia perdida de un caballero, que no pierde la esperanza de hacer bien su trabajo, aquel árbol es fiel a su tarea, nunca ha abandonado su sitio, los administradores de aquel campo de paz han sabido darle todo para poder continuar con la razón de su vida, acompañar a la Madre de Ms. Azucena, y es recompensado con la Poesía que escucha cada vez que Azucena, otorga su visita anual, a la tumba de aquella Madre que partió pronto cuando todavía ella, a sus tantos años, convertida ya en Señorita, todavía en cursos y estudiando Educación, la deja en los brazos del Mundo, solamente con la bendición. Azucena no llora al recitar el poema que ahora se escucha entre los robles, las rosas blancas, el gras verdoso, los arboles danzas una canción de arrullo, se oye tronar las ultimas aves que suelen coger sitio en aquellos caballeros anclados por todo el camino, sobrepasan el borde del suelo para afirmarse en la tierra. Azucena, coge el pañuelo donde se esconden las letras bordadas, y sin dejar que las hojas caigan al sueño, las junta, las encierra en una bolsa que sabe llevar para cuando tiene que limpiar el mármol donde se leen la fecha y el nombre de una mujer que dio la vida por su hija. La señorita Azucena se sienta ahora a cantar las notas de aquella canción que en su niñez, era del gusto de su Madre, entona las notas, suele callar por momentos al encontrarse con imágenes que suelen ser un silencioso encuentro con las manos de su madre acariciándole los cabellos, ser cogida  por una mano, la de su madre, para que la Lleve a las Ferias, al Circo, al Cine, cambiaria todo, porque se encuentre ahora a su lado, arrodillada asi con ella, le diga que está bien. Pero ella sabe que su vida ha sido siempre a plenitud, sabiendo que no encontraría nada más hermoso, que ver a su hija, la señorita Azucena, echa un mujer, vivir como la ha sabido criar, dando todo por sus sueños, y sintiendo aún sed, por comenzar otros.






AUTOR: Armando Q.
PAÍS: Perú
FECHA DE NAC.: 30/04/82