Escritores Invitados
por Dreyko
humo que jode
No
le gusta que fume, me lo ha dicho sin palabras, solo con la mirada, pero ayer
antes de ir a su casa, al parecer me excedí al querer aspirar unas bocanadas, me
deja ese algo que atina a calmar mi ansiedad, no se explicar mi apego a este
mal que seduce, golpeo, se juntan el humo con mi aliento putrefacto que se
fusiona con el aire después de expeler una ola de humo blanco, una visita
habitual se volvió algo perjudicial, al punto que no me ha hablado durante todo
el día, cosa que me sorprende, llama antes del almuerzo para saber que voy a
comer, llama antes de las buenas noches, para saber de mi día, yo siempre le
digo que el día anduvo tranquilo. Aunque ya, hablando en serio, la cosa ta’
color de hormiga, al parecer no le agrada el sabor de mis labios secos por el
cigarro y mi aliento a cráter al besarme, obligándola sin pensarlo a que trague
también de mi vicio, ¿Pero si mi vicio eres tú?, le digo cojonudamente, no
pensando que aquel exceso me costaría caro. Todo vicio es malo –dice ella- no
te olvides que ahora somos enamorados, y si hay algo que no me gusta es que
fumes –me dice con ese tono, que en verdad, al terminar su
comunicado dibujó una línea entre lo que ella quiere, y el placer que me
produce el fumar, incitándome a escoger, combinado con ese tonito, que siempre
usa cuando quiere imponer una regla. ¿Pero por qué las mujeres siempre te salen
con una regla?, que viene a ser a primera, un ultimátum. No sé la respuesta a
esa pregunta, pero nada me cuesta seguir contándoles mi día.
Las
reglas se han hecho para romperlas, escupo, cual valiente renegado. Iluso,
sabiendo que por algo, el dicho es una verdad, por decirlo de otra manera, que
si lo haces, la gravedad hará que te arrepientas de tu osadía. Pero complazco
sus deseos cual príncipe azul, pero solo
en apariencia, porque solo después de
haber concluido mi visita a su casa, camino a la mía, ya con un pucho entre los dedos (de nuevo), me
urge consolar ese sabor amargo que queda siempre cuando las cosas no salen como
uno quiere, el día anduvo alocado, y ni que decir del papeleo que me toca
cuando llegue mañana al trabajo, pienso en lo que acaba de suceder y viene a mi
una desazón, producto de ello me insita a divagar, -al hombre a que le toques
su espacio dominante, es como si le clavaras agujas al corazón, golpearas su
orgullo-. Somos orgullosos y sonantes. Pienso en su tono, en la forma, en cómo
y porqué lo dijo, y me produce una rabia controlada por mis pensamientos algo
latentes, es cuando tecleo los números de la agenda en el personal, y llamo a
Daniela, preguntando su ubicación, acto seguido me encuentro con ella en la
calle Dolor, para unos tragos. Amiga de la Pre y la noche bohemia, siempre
dispuesta a una conversación amena, me dice que había terminado con su novio
hace dos días, y yo le digo que minutos antes de llamarla, acababa de tener una
pequeña con mi enamorada –ah ya, de razón tu
llamada, ya me parecía extraño – me dice terminando la oración con una
carcajada. Yo solo río, pero mi mente se escapa a un mundo demasiado lejano y
no es cuando diviso que Daniela había escogido para nuestro encuentro la blusa
que le había regalado para su cumpleaños dos años antes. Sus hermosos senos
escapan a saludar.-hoy escogiste sacarlos a pasear-digo en son de broma, ella
entiende la estocada, pero después encuentra mi celular enzima de la mesa, y lo
coge –no vayas a llamar a nadie, no quiero ver a nadie – se lo digo en mi tono
de mandamás - no, quiero saber a quien has llamado, antes de llamarme a mi. –A
nadie, pierde cuidado, te soy fiel- digo como para calmar su curiosidad- pero
ya era en vano. Los primeros números eran de Roxana, el de su casa y su
personal. Después venia Fabia, la ruquita de Lince, bien fiestera, muy
juguetona, fácil pa’ el camal. Me urgía llegar a quietarle el fono de las manos
pero fue imposible, me salieron unas palabras que después, resultaron la peor
de las excusas. Si te has enterado, el miércoles es mi cumpleaños y por ello
invitaba a mis amigas para que asistan, por ello esas llamadas -me ilumine en
aquel instante, ya que después de terminar la oración, me pareció una buena
estrategia- siendo cierto en un cincuenta por ciento. Daniela sabia que nunca
invito a las facilongas, para mi cumpleaños. Y es mas, nadie mas que ella sabe,
que esas niñas, llegan solas. Frescas para el arrebato de sus prendas en día de
verano.
Daniela
mira mi corbata y mi camisa, pregunta porqué no me he cambiado por algo mas
urban, yo le digo que bajaba del trabajo y decidí ir a visitar a mi enamorada
pa’ marcar tarjeta, no se reporto en todo el día, así que fiel perro fui a
verla. ¿y que te dijo? Ella curiosa pregunta –¡NI MIERDA!- me voto cual perro le
digo (cosa que no es del todo cierta). En aquel instante, se me vino a la mente
los recuerdos de aquellos años, cuando Daniela y Yo, éramos amigos cariñosos.
Sin derecho, pero cariñosos.
Su
piel siempre bronceada, salida de alguna sabana, me hipnotizo, caían en oleadas
aquellos días en que visitábamos el circuito de playas, hace no mucho, habían
pasado un par de años, hasta que decidí terminar con lo que nos unía, solo
saliditas para desperdiciar nuestro tiempo, dándonos apoyo carnal. Me dije por
aquel entonces, que Yo y Daniela, no nacimos para estar juntos, pero nuestra
despedida fue en parte, solo un acuerdo, sabíamos que siempre seguiríamos en
contacto, y si alguno de nosotros teníamos problemas, actuaríamos como amigos,
para poder pedir concejo sano. Esto claro sin incluir alguna cláusula que diga
que el encuentro se hiciera en nuestro terruño, el Hostal Palermo. Pero las
cosas no las escoge uno, las cosas las escoge el destino. Fui Yo quien llame, y
solo quería compañía, pero las caderas de Daniela me hablaban en otro idioma.
Pero
cuando mi mente ya se encontraba a oscuras junto a ese cuerpo, se colaron las
imágenes de aquellos días de verano con mi aun enamorada, cuando escogí ya no
pensar en Daniela como un tronco al cual puedo tallar, siendo escultor de la
prosa, decidí solo acariciar la idea de que ella acudió a mi llamado, porque quería
acompañarme, quise pensar en ello, y es lo que proyectaba su actitud, sus gestos
y su manera de ser, no había cambiado siempre alegre ella, unos tequilas
después, ya la calentura se disipo. Daniela escogió aquella blusa porque sabia
que me daría cuenta de ello, así podía usarlo como excusa para romper el hielo,
es mas, nada a cambiado entre los dos, siempre he contado con ella, y ella a
contado conmigo, pero mi tercera pierna siempre a tenido mente propia, cosa que
me a preocupado siempre, es así que decidí irme a casa, dejando a Daniela en la
suya, abrir la puerta de mi departamento, este me soltó un aire a soledad, me
deje llevar por mi esfuerzo, el cansancio me encontró, me deje caer en el sofá
que adorna mi sala, me estaba acomodando y es cuando sonó el celular, mi
personal tenia todavía el tono de 50 cent, cogí valor y dije -Hola-, -pensé que
no me contestarías, hola- hola ¿paso algo? –no, quería saber si estabas bien-
si, me encuentro ya en casa, vengo de tomar unos tragos. –ah ya, espero no estés
molesto conmigo- no, como crees, nos conocemos hace tiempo, y creo que tienes razón,
es hora de que la relación madure, y si queremos seguir, debemos saber lo que
nos molesta uno del otro, has sido franca, y eso me encanta de ti. – que bien,
que sepas tomarlo, de una forma madura, te espero mañana- besos, te veo mañana
–te llamo temprano si puedo- besos.
Luego
de colgar, recuerdo el hotel Palermo, pudiendo haber cometido una estupidez con
Daniela, sabiendo que podía haberme arrepentido después, que imbecil, creo que
la agenda debo acortarla un poco mas, borrar a las pichitrulas, y que queden
solo, los amigos de verdad.
Eso
haré mañana, antes debo dormir. Las fuerzas me dejan y no es cuando Morfeo
escucha mis ruegos.
Escritores Invitados
por Dreyko