marzo 30, 2012

humo que jode [ por Dreyko ] [Escritores Invitados]

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Escritores Invitados
por Dreyko

humo que jode 






No le gusta que fume, me lo ha dicho sin palabras, solo con la mirada, pero ayer antes de ir a su casa, al parecer me excedí al querer aspirar unas bocanadas, me deja ese algo que atina a calmar mi ansiedad, no se explicar mi apego a este mal que seduce, golpeo, se juntan el humo con mi aliento putrefacto que se fusiona con el aire después de expeler una ola de humo blanco, una visita habitual se volvió algo perjudicial, al punto que no me ha hablado durante todo el día, cosa que me sorprende, llama antes del almuerzo para saber que voy a comer, llama antes de las buenas noches, para saber de mi día, yo siempre le digo que el día anduvo tranquilo. Aunque ya, hablando en serio, la cosa ta’ color de hormiga, al parecer no le agrada el sabor de mis labios secos por el cigarro y mi aliento a cráter al besarme, obligándola sin pensarlo a que trague también de mi vicio, ¿Pero si mi vicio eres tú?, le digo cojonudamente, no pensando que aquel exceso me costaría caro. Todo vicio es malo –dice ella- no te olvides que ahora somos enamorados, y si hay algo que no me gusta es que fumes –me dice con ese  tono, que en verdad, al terminar su comunicado dibujó una línea entre lo que ella quiere, y el placer que me produce el fumar, incitándome a escoger, combinado con ese tonito, que siempre usa cuando quiere imponer una regla. ¿Pero por qué las mujeres siempre te salen con una regla?, que viene a ser a primera, un ultimátum. No sé la respuesta a esa pregunta, pero nada me cuesta seguir contándoles mi día.

Las reglas se han hecho para romperlas, escupo, cual valiente renegado. Iluso, sabiendo que por algo, el dicho es una verdad, por decirlo de otra manera, que si lo haces, la gravedad hará que te arrepientas de tu osadía. Pero complazco sus  deseos cual príncipe azul, pero solo en apariencia,  porque solo después de haber concluido mi visita a su casa, camino a la mía, ya con un pucho entre los dedos (de nuevo), me urge consolar ese sabor amargo que queda siempre cuando las cosas no salen como uno quiere, el día anduvo alocado, y ni que decir del papeleo que me toca cuando llegue mañana al trabajo, pienso en lo que acaba de suceder y viene a mi una desazón, producto de ello me insita a divagar, -al hombre a que le toques su espacio dominante, es como si le clavaras agujas al corazón, golpearas su orgullo-. Somos orgullosos y sonantes. Pienso en su tono, en la forma, en cómo y porqué lo dijo, y me produce una rabia controlada por mis pensamientos algo latentes, es cuando tecleo los números de la agenda en el personal, y llamo a Daniela, preguntando su ubicación, acto seguido me encuentro con ella en la calle Dolor, para unos tragos. Amiga de la Pre y la noche bohemia, siempre dispuesta a una conversación amena, me dice que había terminado con su novio hace dos días, y yo le digo que minutos antes de llamarla, acababa de tener una pequeña con mi enamorada –ah ya, de razón tu llamada, ya me parecía extraño – me dice terminando la oración con una carcajada. Yo solo río, pero mi mente se escapa a un mundo demasiado lejano y no es cuando diviso que Daniela había escogido para nuestro encuentro la blusa que le había regalado para su cumpleaños dos años antes. Sus hermosos senos escapan a saludar.-hoy escogiste sacarlos a pasear-digo en son de broma, ella entiende la estocada, pero después encuentra mi celular enzima de la mesa, y lo coge –no vayas a llamar a nadie, no quiero ver a nadie – se lo digo en mi tono de mandamás - no, quiero saber a quien has llamado, antes de llamarme a mi. –A nadie, pierde cuidado, te soy fiel- digo como para calmar su curiosidad- pero ya era en vano. Los primeros números eran de Roxana, el de su casa y su personal. Después venia Fabia, la ruquita de Lince, bien fiestera, muy juguetona, fácil pa’ el camal. Me urgía llegar a quietarle el fono de las manos pero fue imposible, me salieron unas palabras que después, resultaron la peor de las excusas. Si te has enterado, el miércoles es mi cumpleaños y por ello invitaba a mis amigas para que asistan, por ello esas llamadas -me ilumine en aquel instante, ya que después de terminar la oración, me pareció una buena estrategia- siendo cierto en un cincuenta por ciento. Daniela sabia que nunca invito a las facilongas, para mi cumpleaños. Y es mas, nadie mas que ella sabe, que esas niñas, llegan solas. Frescas para el arrebato de sus prendas en día de verano.
Daniela mira mi corbata y mi camisa, pregunta porqué no me he cambiado por algo mas urban, yo le digo que bajaba del trabajo y decidí ir a visitar a mi enamorada pa’ marcar tarjeta, no se reporto en todo el día, así que fiel perro fui a verla. ¿y que te dijo? Ella curiosa pregunta –¡NI MIERDA!- me voto cual perro le digo (cosa que no es del todo cierta). En aquel instante, se me vino a la mente los recuerdos de aquellos años, cuando Daniela y Yo, éramos amigos cariñosos. Sin derecho, pero cariñosos.
Su piel siempre bronceada, salida de alguna sabana, me hipnotizo, caían en oleadas aquellos días en que visitábamos el circuito de playas, hace no mucho, habían pasado un par de años, hasta que decidí terminar con lo que nos unía, solo saliditas para desperdiciar nuestro tiempo, dándonos apoyo carnal. Me dije por aquel entonces, que Yo y Daniela, no nacimos para estar juntos, pero nuestra despedida fue en parte, solo un acuerdo, sabíamos que siempre seguiríamos en contacto, y si alguno de nosotros teníamos problemas, actuaríamos como amigos, para poder pedir concejo sano. Esto claro sin incluir alguna cláusula que diga que el encuentro se hiciera en nuestro terruño, el Hostal Palermo. Pero las cosas no las escoge uno, las cosas las escoge el destino. Fui Yo quien llame, y solo quería compañía, pero las caderas de Daniela me hablaban en otro idioma.
Pero cuando mi mente ya se encontraba a oscuras junto a ese cuerpo, se colaron las imágenes de aquellos días de verano con mi aun enamorada, cuando escogí ya no pensar en Daniela como un tronco al cual puedo tallar, siendo escultor de la prosa, decidí solo acariciar la idea de que ella acudió a mi llamado, porque quería acompañarme, quise pensar en ello, y es lo que proyectaba su actitud, sus gestos y su manera de ser, no había cambiado siempre alegre ella, unos tequilas después, ya la calentura se disipo. Daniela escogió aquella blusa porque sabia que me daría cuenta de ello, así podía usarlo como excusa para romper el hielo, es mas, nada a cambiado entre los dos, siempre he contado con ella, y ella a contado conmigo, pero mi tercera pierna siempre a tenido mente propia, cosa que me a preocupado siempre, es así que decidí irme a casa, dejando a Daniela en la suya, abrir la puerta de mi departamento, este me soltó un aire a soledad, me deje llevar por mi esfuerzo, el cansancio me encontró, me deje caer en el sofá que adorna mi sala, me estaba acomodando y es cuando sonó el celular, mi personal tenia todavía el tono de 50 cent, cogí valor y dije -Hola-, -pensé que no me contestarías, hola- hola ¿paso algo? –no, quería saber si estabas bien- si, me encuentro ya en casa, vengo de tomar unos tragos. –ah ya, espero no estés molesto conmigo- no, como crees, nos conocemos hace tiempo, y creo que tienes razón, es hora de que la relación madure, y si queremos seguir, debemos saber lo que nos molesta uno del otro, has sido franca, y eso me encanta de ti. – que bien, que sepas tomarlo, de una forma madura, te espero mañana- besos, te veo mañana –te llamo temprano si puedo- besos.
Luego de colgar, recuerdo el hotel Palermo, pudiendo haber cometido una estupidez con Daniela, sabiendo que podía haberme arrepentido después, que imbecil, creo que la agenda debo acortarla un poco mas, borrar a las pichitrulas, y que queden solo, los amigos de verdad.
Eso haré mañana, antes debo dormir. Las fuerzas me dejan y no es cuando Morfeo escucha mis ruegos.

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