agosto 30, 2011

el Último Regalo |papeles olvidados|

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Fue el último a decir verdad. Hubo otros  antes, pero ninguno esperado con igual ansiedad. Era un deseo gritado en silencio, pero algo en mí, me decía  que no podía ser, me incline a soplar las velas, pero no habría regalos ese año, solo besos y abrazos (tristeza refleja su rostro, para de hablar, después de unos minutos continua).
Lo supe años después, descubrí que era solo una vela cualquiera, de esas, que compras en la tienda de la esquina por unos centavos para salir de apuros en un sorpresivo corte de electricidad, y un queque hecho por manos adiestradas que los hacían por montones, no uno de Casa hecho con Amor, las palabras Cantadas aduciendo que era un día Feliz, un Cumpleaños Feliz, las voces eran látigos, tantos que puedo recordar a todos y cada uno de los rostros, como si fuera ayer -aquí cito no ma’-, justamente eso era lo que adornaba el centro de la mesa, una masa uniforme sin ninguna pinta de nada, la que fue comprada a pedido por una suma módica. Carecíamos por ese entonces de comodidades. Puedo decir a estas alturas -que poco me importaba.- ya que por aquellos años no sabía lo que era Vivir Mejor.
-Unos pobres otros ricos-, decían que no se podían mezclar. Yo esperaba para ese año, uno en especial, uno que me devolviera la alegría, que se me extravió creo, no sé dónde, no sé hasta ahora a donde fue a parar. Sabía que quería, una versión electrizante que hacia una alusión a un invento sacado de un comic o de las películas que pasaban en la caja mágica. Como en aquella Película ¿recuerdas? La de ‘Volver al Futuro’ – ¡¿la recuerdas?!- era alucinante ver al joven volar por los aires, como las aves, siendo perseguido por entre las avenidas. Llegue a ver en los tantos juguetes que tenía mi vecino, una versión que se asemejaba a la añorada, en aquel entonces pensé que Yo también debía tener uno, pero como siempre, nunca bastaba con desearlo, me entusiasme cuando probé que podía sin dudarlo hacerme de él en mis sueños, con aquello me conformaba, contagiado por la oportunidad que me dio mi vecino de probar esa sensación, ¡y probé!, si, probé que era bueno también con aquel artilugio, volaba por las calzadas de mi barrio, tenia alas. Sí, estaba volando, Mamá me veía volar, jugué con mi vecino y su juguete hasta llegada la noche. –¿te gustaría uno, para navidad o para tu cumpleaños?- preguntaba la voz materna, yo no recuerdo que respondí. Ahora no lo recuerdo, tal vez mañana recordare. -si hubo una respuesta de mi parte- tal vez mañana la recuerde, pero hoy no es ese día. Recuerdo las sonrisas, ¡eso sí recuerdo!, no podría olvidarlas, las sonrisas de mi madre y la mía, éramos unos niños alumbrados por el golpeteo de mis chiquilladas. Todos podían ver mi sonrisa, estaba más que Feliz. Pero también tuve envidia, lo recuerdo, algo pasajero pero cual viento paso sin dejar rastro, tuve envidia de mi vecino, recién ahora puedo decir que fue eso, ya que para los años que tenia, no sabía que existía tal sentimiento, sentía eso porque sus padres tenían una mejor posición que los míos, y daban a su único hijo regalos que ya después de viejos, me los daba en abono, dizque me quería demasiado el condenado, sacándome una sonrisa cada vez qué con cariño me daba uno de sus juguetes: los que perdían una rueda o se extraviaba una pieza. Terminaban siempre en manos de mi Padre o de mi Madre, virtuosos estos últimos, en el arte de arreglar las cosas, que después de empatar aquí, pegar allá, lo viejo se convertía en nuevo, algo que sea utilizable para mí. Llegaban a ser juguetes que buscaban otro dueño, uno que los valore por lo que daban. Y yo, sí que valoraba las ruedas parchadas con cinta, las piezas pegadas con pegamento, yo valoraba todo lo que venía con amor, recuerdo…. Todo lo que me daban mis Padres, hasta el día de hoy, lo he valorado. -¡Que me brote sangre de la boca, si no le digo la verdad!-.(entonces llora)
 (Seca sus lágrimas, comienza otra vez) Y yo ahí, viendo a todos cómo suspendidos, hacían malabares y movimientos estrambóticos en el aire, expertos en la materia, como si Yo estuviera en primera fila en el Circo Ruso, aunque nunca pudimos ir de niños (recuerda), mi Madre nunca me llevaba, Yo sabía que venían para el mes de Julio y en lugares descampados elevaban sus carpas, pero nunca, ella nunca me llevaba; y Yo, mirando al acróbata haciendo su acto Mágico, me sentí hipnotizado, habían hecho todos un pacto con el Diablo ,cualquier obstáculo era bueno: escaleras, muros, todo se trasformaba en una aventura que debía ser dominada enseguida para después pasar a la siguiente, no había como dejar de usarla, lo recuerdo.  Mañana, Tarde y Noche, era como una golosina que nunca llegaba a terminarse. Pero todo se acabo cuando entendí que no podía tener una, me vi involucrado en un berrinche que fue visto por muchos de mis amigos, niños que para entonces, eran amigos de juego. No recuerdo tener amigos de verdad por aquellos años, si se puede llamar ‘amigo’ a una Mascota entonces ‘Foster’ era mi único mejor amigo. No supe que hacer, solo correr. Correr para que no vieran mis lágrimas. Recuerdo lo que dijo mi madre – mijo’, no hay para la leche, menos para una patineta-, recuerdo que en un rincón llore, sin que nadie me viera, solo mi hermano menor entendía y, sabia mi desdicha y mi deseo que supo encallar cada vez más hondo en este corazón de brea, recuerdo que se lo conté con lágrimas en mis palabras, y él a su corta edad entendía mi tristeza, fue cuando sucedió aquellos, El me consolaba dándome palmaditas que eran como golosinas multicolores que secaban las gotitas saladas de mi rostro, pero esos sentimientos no se esfumaban del todo, y diciéndome con su voz chillona – ¡juguemos con mis canicas!-, otro regalo que vino de la bondad y caridad de uno de sus amigos – tres pinches canicas, todas ellas con quiñes-.
Todavía recuerdo ese día, se escuchaba el sonido de las ruedas, los colores hacerse del camino, todos se aventaban a la aventura, recuerdo que siempre fui invitado por mi vecino a esas excursiones: la de salir del barrio a conquistar otros, para vencer en calidad de visitantes a otros adversarios. Éramos los dueños del mundo - ¿éramos dije?, ¿plural?- , yo siempre en calidad de espectador (la tristeza otra vez golpea su garganta, calla un momento).
(luego sonríe, una sonrisa luminosa, continua) Los días pasaban sin gloria, sin nada más que verme en la triste rutina de consolar los caprichos de la vida mundana, me distraía siempre viendo a aquellos niños que hacían suya las proezas que inventaban, al darles un nombre: la 36o grados, las 180 grados, pero después de unas semanas ya empapados con los conceptos, y llegar a saber los nombres reales de los trucos que hacían a diestra y siniestra, ya para entonces, eran capos. Todos siempre alegres, saltaban haciendo girar en el aire el cuerpo, o también terminaban con un giro sin que la patineta dejase sus pies, el ‘skateboarding’ como se le vino a llamar para este siglo. Al comienzo los veía, después se volvía mi pesadilla, siempre escuchaba las ruedas hacer ese sonido que me hipnotizaba, lo escuchaba porque mi cuarto daba a la calle. Era siempre frustrante y a la vez muy triste, desconsolado solo me refugiaba a la sobria historia de mi vida. Dos canicas se perdieron, no había forma ahora de juntarme con mi hermano menor a jugar, que iluso, pensar que en mi cumpleaños 13 podía tener uno, de esto tres días después, los que pasaron sin mayores noticias, y ni rastro de aquella idea loca en mi cabeza. ¿Pinche’ patineta cuando vendrás? 


(hace una pausa para mostrar una foto, después continua) te contare como fue ese día.
La puerta sonaba, nadie atendía, escuche dos veces el mismo sonido, nadie atendía, me ofusque, yo siempre renegando -¿no ven que tengo cosas importantes que hacer?- decía, como por ejemplo no perderme el capítulo de hoy de El Chavo. Al hacer a un lado la tranquera de la puerta, un tronco seco que utilizábamos para que no nos roben en aquel entonces lo poco que poseíamos, al abrir la hoja de madera, un paquete me llamo la atención, era mi Madrina, no pudo venir ella a mi cumpleaños ese año porque al igual que mi madre, también tiene dos hijos, y ellos son su prioridad, me dije entonces que ha de ser un pedido que mi madre le haya hecho días atrás, unas telas para un nuevo vestido, para opacar esas ansias de estar siempre a la moda, esa era en aquel entonces mi Madrina, echándole trabajo a la Maquina de cocer. Me distraje, prendido como mosca, la Tele era mi Droga en aquel entonces, solo El Chavo del Ocho me entendía, él si sabía de la pobreza y tristeza de mi corazón, me hacía reír, era el único que lo hacía por aquellos días. Ya que una relación abismal y helada, nos unía a mi Padre y a mí, esta adentrándome a la Adolescencia, creo que mi Padre quería siempre evitar mi carácter por aquel entonces. El paquete no era abierto y pasaban los minutos, perdí interés en ese bulto, - ya vengo ma’ salgo a ver a Oscar- dije corriendo mientras abría la puerta de la calle, las voces callaron, me asuste, pensé que venía después un grito diciendo lo contrario a mis deseos – ¿mijo no veras que te trajo tu Madrina por tu cumpleaños?- se escucho en reemplazo de los gritos que me correspondían por mi osadía de querer ir a casa del vecino, sobre todo sin antes tomar el lonche (su rostro se ilumina, se acomoda en el asiento).
Si, ahí estaba, envuelto en papel periódico, cual chiste de envoltura, mi entusiasmo se dejo ver, mi rostro se ilumino, deje la puerta de la calle abierta por la algarabía, no sabía que pensar, un viento ingresaba por mi espalda y se hacía notar en mi pecho, -pero no tenía el tamaño indicado- si, no lo tenía, mi alegría tuvo pausa, me dije entonces que no debía empezar a darme ánimos ya que mi Madrina no podía ser bruja, adivina o alguna de las dos, o cualquier otra cosa, para saber qué era lo que quería ese año. No podía. Fue entonces que me envolví en el juego de -caliente y frio-. ¿ADIVINA QUE ES?
no te diré mentiras, casi lloro, pero como los machos, contuve las lagrimas y abrase a mi Madrina, diciéndole lo mucho que la quería, disfrutando con los ojos las curvas que mis dedos tocaban ansiosos, acariciaba las ruedas, iluminado, casi en shock, sostuve mi nuevo juguete y me destinaba a salir a la calle – pero era ya tarde- si, eran casi las seis de la tarde. Mamá me dijo que debía esperar al día siguiente para poder hacer lo que mi cuerpo y mi corazón me pedían, mi juguete debía probar pronto la calzada del barrio. Lo tome como un castigo hacia mi entusiasmo, -iremos a juicio-, dictare que debe de ser a las siete de la noche, la hora punta, en que los niños puedan y los Padres los dejen, salir de la casa a jugar. No me di cuenta, que lo dije en voz alta. Mama se molesto, mi Madrina término riéndose de mi atrevimiento. Mi emoción fue secuestrada hasta el día siguiente. Pero si tú vieras, si tú supieras, si supieras, termine dormido abrazado a mi Regalo color verde fosforescente. Excelente! …Maravilloso! …Espectacular!. Todo se veía como cuando vez una película, todas las cosas, todos los juegos, los movimientos que debía recordar, no dormía, no podía, tenía que hacer algo, tenían que pasar las horas, tenían qué. Al día siguiente era sábado, y todos podíamos salir después de las dos de la tarde, terminado los deberes. Era mi oportunidad de retar a todos, a cada uno de ellos, y vencerlos, yo era competitivo. Tenía que serlo, en la jungla -o comes o te comen-. Fue cuando Desperté. Y al volver de un sueño alegre, soñar que también volaba, y me encontraba entre mis compañeros de diabluras, mostrándoles mi último juguete, cuando en verdad…. Puedo decir, y que sea testigo el mundo, en ese momento, supe de que se trataba la Felicidad. Si, en ese momento fui Feliz.

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