septiembre 18, 2013

TEMPORAL


Un fuerte viento alerta mi instinto, 
presentía que el tiempo iba a empeorar por momentos.
Los golpes del portón se metían en mi cabeza. 
Una y otra vez su chirriar y estampido contra la pared. 
Me disponía a volverla a cerrar cuando comenzó una fuerte lluvia sin tregua. 
Desistí. Comprobé que las puertas y ventanas estuviesen aseguradas. 
Tenía un palpito en el pecho. Me asustaban mucho los temporales y aquel no pintaba nada bien. De pronto, el ruido de truenos se  apoderaron de mi calma. 
El miedo en su esplendor era mi único acompañante.
Lo peor estaba por venir, la electricidad se negó a alumbrarme, ni pilas para las linternas.
Así que incomunicada y a solas en lo que creía que era mi fortaleza 
se convirtió en mi ataúd.
La ansiedad hacía estragos en mi cuerpo obsoleto, creía que me faltaría el aire. Miraba, 
cuando el valor me dejaba, por los pequeños cristales de mi cuarto. 
Todo oscuro salvo cuando la huella de los rayos se manifestaban.
No tenía consuelo y mis lágrimas derramaba. 
Nadie alcanzaba a escuchar mis gritos ni mis ruegos. Sola con mis lamentos me acosté.
Con una manta me cubrí, me tapé hasta las orejas. Todo parecía eterno, 
nunca acabaría pensaba mientras seguía sudando el miedo.
Un ruido me hizo saltar del letargo, golpes fuertes en la puerta. 
Pensé que soñaba, pero por otro lado pensaba que alguien llamaba. 
Pero como iba a ser eso con tal mal tiempo, nadie se acercaría...
Intenté ignorarlo pero al mismo tiempo trataba de avanzar hacia la puerta. 
Me cubrí con la manta y así tapada trataba de llegar a ella mientras 
temblaba de pánico. Mis ojos, fuera de órbita, se agrandaban con cada trueno. 
Deambulando en la oscuridad, tropezando con todo pero por fin llegué a la puerta.
No me atrevía a abrirla, puse mi mano en el pomo cuando otra vez el repicar 
me sobrecogió.
Esta vez estaba segura que alguien llamaba, pensé que quizás estaba en apuros. Cuandoreuní el coraje y fuerza suficiente para abrirla me arrodillé al suelo reclamando clemencia. No había nadie ni nada. El vacío dela inmensa nada era lo que enfrenté...
Pude ver que los rayos del sol nacían en el nuevo día trayendo la calma del temporal.
Hojas y ramas por todos lados, restos de charcos embarrados, tejas rotas, 
algunas piezas de ropa que no sobrevivieron en el tendedero...
los restos de lo que pareciera un naufragio. 
Dudaba si un palo golpeó mi puerta pues estaban lejos, 
pensé en el viento que me engañase e inclusive en mi imaginación torturada por el miedo.
Pero la nada es lo que encontré en el resurgir de la calma.
De mi  misma me reí por tanto pavor albergado...