junio 23, 2013

El indecente Bukowski

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Extraído del Diario del Pueblo
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EL INDECENTE BUKOWSKI



Este columnista recibe varios correos: ‘Búho, queremos saber más de Charles Bukowski’. Encontré un ensayo en una revista estadounidense sobre la incidencia del licor en la vida de este provocador escritor norteamericano titulado ‘Las borracheras de un escritor maldito: Charles Bukowski’. Esta ‘carnecita’ me hizo agua la boca y decidí compartirla, a mi estilo, con mis incondicionales lectores.

EL ‘TUFO’ DE SU ABUELO: En su libro‘La senda del perdedor’, el escritor reveló una anécdota de su niñez:‘Me dijeron que veríamos a mi abuelo, que era un mal hombre al que le apestaba el aliento. ¿Por qué le apesta el aliento? -pregunté-, ¡porque bebe!’ A los siete años, Bukowski visitó a su abuelo que había sido soldado alemán y emigrado a Los Ángeles en 1880.

El papá de Charles o ‘Hank’, como también lo llamaban, era un severo soldado yanqui y su mamá, una alemana parca que lo trajo a este mundo en Alemania en 1920, poco después de la I Guerra Mundial. Los tres llegaron a Los Ángeles en 1922 y el niño fue criado en la soledad de la casa, sin ningún amiguito. Por eso creció asustadizo y temeroso. Aquella vez sus papás se quedaron en el coche y él fue solito a encontrarse con ese‘hombre malo’ que era su abuelo.

El viejo lo llamó y lo abrazó.‘Al acercarme, pude sentir el fuerte olor de su aliento. Pero él era el hombre más hermoso que había visto, y yo no le tenía miedo’. El viejo le regaló la Cruz de Hierro que obtuvo por luchar en los ejércitos del Káiser y un reloj de oro. Tuvieron que pasar seis años para que el pequeño Charles, a los 13, probara el alcohol. El compañero fi el al que no dejaría jamás.

¡SALUD, PORQUE TE ODIO!: En un escrito describe lo bestial que fue su figura paterna: ‘Mi padre, nunca fue un buen hombre/en el mejor de los casos, pegaba a mi madre (...)/ y yo me lanzaba/en medio de ellos (...)/ ‘te mataré’, gritaba yo a mi padre…’. La adolescencia de ‘Hank’ no pudo ser peor. Su madre Katherine era un témpano de hielo alemán y su papá Henry, sencillamente odiaba a su hijo. El adolescente compensaba ese vacío llenándose el estómago con whisky. Cuando llegaba a casa no aguantaba y terminaba vomitando en la alfombra. Su padre lo agarraba de los pelos y le decía:‘Cuando los perros se cagan en la alfombra,se les restrega el hocico con la mierda. Tú eres un perro’. Y le restregaba la cara en el vómito. Pero si las noches eran de alcohol, los días los pasaba en la biblioteca leyendo a Hemingway o a la tía Carson McCullers, que le mostraban un mundo mejor, totalmente alejado de su infierno cotidiano.

‘POR FIN SE MURIÓ MI VIEJO’: En el libro ‘Gemelos’, escribió: ‘Podríamos haber sido gemelos, el viejo y yo (…)/ Tenía sus bulbos protegidos/preparados para plantarlos/mientras yo estaba con una puta de la calle Tres…’. En 1958, nuestro buen ‘Hank’ ya se había casado y separado de Bárbara, que lo soportó dos años.

‘Ella no bebía tanto como yo, se aburrió y me abandonó justo el día que murió mi
madre’. Nueve meses después, mientras abría el quinto six pack de chelas en una calurosa mañana, le comunican por fono que acababa de fallecer su padre. Respiró aliviado, pagó el funeral y fue a ver la casa donde vivió su triste niñez. Abrió una botella de whisky y recordó las brutales golpizas del cadáver que reposaba en el ataúd y le provocó lanzarle un patadón.

SU ÚLTIMO TRAGO: Ni el cementerio, el día de su propio entierro, Bukowski dejó de tomar. Había perdido su batalla contra la leucemia. Murió en su cómoda casa de San Pedro, California, al lado de su joven segunda mujer, Linda, la que lo cuidó y convirtió en un hombre medianamente respetable que pagaba impuestos. Ese último Bukowski se hizo amigo de Mickey Rourke y Faye Dunaway.

En el funeral, su hija Marina hizo una reveladora confesión: ‘La primera palabra que aprendí de bebé fue licor’. Había escritores, editores, traductores, poetas, examantes y los sencillos vecinos del escritor. Uno de ellos sacó una botella de whisky de su bolsillo y la vació toda en la tumba: ‘Cheerssss, Hank!’, gritó y todos corearon ‘Cheersssss! (¡salud!)’. En eso, unos sacerdotes budistas -porque su esposa era media hippy- cantaron en un idioma extraño.

El actor Sean Penn, que se había hecho íntimo de Bukowski- algo picado por la pena y el Scotch, gritó: ‘¡Oigan, estamos en América. Por qué carajo no cantan en inglés!’ Era como si el espíritu del ‘escritor maldito’ lo hubiera poseído. Apago el televisor.