septiembre 04, 2012

fieras indomables [por Armando Q.(Perú)] [Escritores Invitados]

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fieras indomables


Escritores Invitados
por Armando Q.



-disculpe-

Si, ¿en que lo puedo servir al caballero?

Quisiera, algo que aplaque mi sed, de el que sea, mas solo quiero que sea del bueno.

Claro, en un momento le sirvo una copa de nuestro mejor Pisco.

Ahí me encontraba, sentado al filo del despeñadero, viendo como el mundo rotaba en su eje, había caminado en silencio el día, hasta verme sentado en ese asiento de madera, esperando a ser mimado, siquiera por una desconocida, había buen tiempo pero me encontraba con dudas, las que no tenían nada que ver con el panorama, mucho menos con el buen tiempo, seguí las pistas que me dejaban mis dolores, y encontré que no estaba haciéndolo bien. ¿Sufrir solo?, uno no debería sufrir solo, uno siempre debería sentir el calor de otro ser humano, sobre todo en estos momentos; sufrir,  llorar, deben ser actos dignos, porque estas honrando los recuerdos que quedan. Sentía espasmos de cuando en cuando, inquietudes, seguía esperando que alguien me dijera qué era lo que había pasado, que alguien me dijese, que era verdad lo que estaba viviendo, perdone el respetable pero todavía no trago el bocado, pero no había nadie quien me diera la respuesta que anhelaba, mas importante aun, necesitaba una señal, !una señal!, algo, pero no paso nada, el silencio se apoderaba de todo, había mucha gente a mi alrededor, pero los ruidos que escuchaba no eran otra cosa, que los latidos del músculo roto que a duras penas bombea sangre por todo mi cuerpo.

-discúlpeme, perdóneme nuevamente, pero quería preguntarle algo, ¿por qué la persona de la tarima  no toca algo?, esto está muerto.

Claro, ahora le digo.

El señor que se acerco a mi mesa era de cuarenta años, sobrio como ninguno de por este antro, sacudido por mi pedido, quiso este, saber que pieza estaría en alza, a la par con mi más doloroso momento. –Caballero, disculpe usted pero, ¿Qué pieza desea el señor?- no hay caballero en esta mesa, pero si al señor, persona ilustre de envidiable talento, no le molesta, pudiese comenzar con DOLORES, sus ojos salieron de sus orbitas, y atinaron a convertirse en fulminantes estrellas que brillaron en la oscuridad, es cuando encontró como hacer feliz a un solo hombre de los muchos sentados en las mesas adjuntas a mi espacio caldeado de lamento, y en cada estrofa surgía el peligro de unirse al músico, pero decidí que la sed iba primero, ya que el alcohol me mentía muy bien, callaba la pena y aplacaba al llanto, el punto mas sublime de mi pena, ocurrió al escuchar la estrofa que decía –y ella se fue, por la avenida Madrid, cantándole al viento, que sea Yo feliz-, fue el punto de quiebre, es lo que puede soportar un hombre adolorido, sacudido por el huracán de tormentos, de haber perdido todo. Y lo que es ‘todo’, hablamos si, de una ‘mujer’.
Amores son dolores. Dijo el cantante, que al terminar la canción, y guitarra en mano, de nuevo se paro al costado de la mesa en plan de espera, fue cuando expuse con menos recato mi estado, me doblaba de rabia, y de angustia podría morirme, al solicitar una pista, para solucionar mi problema, pero no habiendo nadie con mi misma pena, pedí la de SUEÑOS ROTOS, y la guitarra lloro de nuevo, haciendo ilustres y mágicos sonidos que no alegraron al pobre corazón, si no, hicieron de cordel para secarlo al viento.
-¡Usted canta como los Dioses, siéntese mi hermano, tómese una copita con este su mas reciente admirador!- el músico, con una sonrisa, acepto la invitación, dejo sobre una silla la guitarra y dejo caer su existencia en la silla de madera, pidiendo disculpas por su atrevimiento. 

Fue bien recibido, por el caballero adolorido.

Ya sé, una mujer ¿verdad? Que come que adivina maestro. Algo fácil, ya que su rostro dibujaba una señal de melancolía, que delataba a cualquiera. 

Aquel rostroera el rostro de un hombre que sufría del mal que a muchos aqueja.  

Sobre todo cuando no son correspondidos. 

Las copas se alzaron, y el músico se sintió con el deber de hablar primero, al ver lloroso a su compañero de mesa: por las dulces golondrinas que anidan en nuestros corazones, para luego darse al escape. Los dos caballeros sonrieron, y se escucharon los vasos, un golpe seco y fuerte se dejo escuchar. Escucharon sus historias, uno decía que toda la culpa la tiene el tiempo, mientras que el otro, solo le daba ánimos, y prestaba sus oídos al hombre que descocía su alma, para que no se ensimismara a encontrarle porqués a las cosas, ya que estas, ocurren por alguna razón. 

Pero por más que el músico hablaba con la voz de la experiencia, por más que sean sinceras sus palabras, volvían a la misma cara de la moneda. Le habían pegado hondo al hombre-dolor, y eso, no pasaría con una noche de alcohol.
Cuando los hombres encontraron por fin la respuesta, las cosas cambiaron de color, los caballeros tenían la solución, en sus bocas había una sonrisa, creyendo en su teoría, decidieron, moverse prudentementes, creyendo que no podían congeniar tan así de repente, asombrados, deciden verse al mes siguiente, después de poner en practica sus teorías, para luego crear conceptos, y guías, para las futuras generaciones. Valientes los dos caballeros, salieron a domar cada una a sus fieras. Pero como ha de ser libre la vida, y sin collares o cadenas, siempre encontraras, que hay fieras, que nunca podrán ser domadas. 

Escritores Invitados
por Armando Q.