Escritores Invitados
por Glendalis Lugo
De regreso al mar
Lo conocí en una tarde de abril mientras paseaba por la orilla del mar, yo caminaba sumergida en una melancolía que no me dejaba vivir producto de una desilusión, me habían roto el corazón y todavía ardía en cenizas. Vi unas huellas en la arena y las seguí, no entendiendo el sentido de hacerlo, pero así lo hice. Ni siquiera tenía la certeza de qué o si a alguien encontraría, sólo me deje llevar por un presentimiento implacable, confuso e inadvertido. Seguí las huellas y encontré a un hombre mirando la bravura del mar y parecía que hablara solo muy angustiado, me quedé mirándolo y no me atreví a acercarme. Después vi que él se sumergía en el mar sin intentar nada y se hundía. Yo presa del pánico y la sorpresa corrí a salvar a ese extraño.
Con mucho esfuerzo nadé y nadé hacia a él y lo saqué de las bravías aguas del mar que nos ahogaban a los dos, fue muy difícil porque sentía que alguna fuerza rara nos jalaba a lo profundo del mar, pero luché hasta que logré sacarlo. Ya en la orilla, le di los primeros auxilios, yo sabía que él estaba vivo porque lo sentía respirar o así lo creía, todo era confuso bajo la desesperación y la soledad que había en aquella playa, pero de ningún modo él abrió los ojos. Comprendí a mi pesar que no los abrió porque él quería estar muerto o ya lo estaba y yo no lo aceptaba. Lloré porque quizás entendía su dolor y su angustia aún sin saber quién era.
Esperé tranquila, sosteniéndolo y acariciando su pelo hasta que despertara. Pero nunca lo hizo; entendí que yo había llegado tarde. Rebusqué en sus pantalones para encontrar algo que lo identificara y saber quién era y solo encontré una foto que el agua había arruinado, era de una mujer muerta en un ataúd. Me sorprendí tanto y me preguntaba ¿quién era aquella mujer de la foto? ¿Sería su esposa? ¿Alguna amante o quizás una hija que había perdido?. Tristemente jamás tendría esa respuesta.
Empezó a llover fuertemente, pero me quedé sentada al lado del cadáver mirando hacia las olas del mar y pensé que yo no tenía ningún derecho a detener la voluntad de aquel hombre. Así que arrastré el cadáver hacia el mar otra vez y dejé que se hundiera de nuevo porque nunca sabría si allí en aquella profundidad del mar se encontraba su gran amor y era el destino que los quería unir más allá de la muerte. Ya jamás volví a aquella playa donde conocí aquel extraño que se dejó morir por la melancolía y que me hizo entender que a veces el corazón muere por alguna desilusión; pero si luchamos contra ese sentimiento saldremos airosos y la vida nos premiará con un nuevo amor o una nueva ilusión.
Escritores Invitados
por Glendalis Lugo
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