Escritor NO Invitado
Armando Q.
felicidad, con sabor a limón
No hay ganador que no se lo merezca,
solo malos perdedores,
no hay un “siempre” que antes no
haya peleado con un “nunca”.
He vuelto a golpear estas teclas
sin saber a ciencia cierta de qué escribir,
solo me encuentro con una pista,
una canción que me ha gustado y
que se auto-reproduce en mi cabeza,
sin pensarlo me veo sentado en
esta silla,
que es un trono inmerecido,
me ofrecen un pincel sin tinta,
una hoja manchada con penas,
y una palmera de eternit que me
otorgue sombra,
un corredor de pensares encuentra
como hacerse de muchos corazones,
una lisura que signifique coraje,
no importa mucho lo que ahora
piense,
importa si, cómo llegué a tu
bandeja,
o cómo es que te sientes cuando
leas mis palabras magras,
incoherentes,
ya que te tropezaste… no con un
erudito,
solo con un aprendiz de maestro,
un pensionista,
un inquilino,
un alumno,
un niño de mamá,
un pelotudo sin chiste.
No importa cuanto tiempo pase,
no importo Yo,
nada mas que tú,
aquí solo importas tú, y cuánto
es lo que dejes por mi chiste.
No importa mucho a que juegue, importaría
algo si estuviera arriesgando una medalla, pero no pertenezco a ninguna disciplina,
si en caso a esto, lo que quiero hacer, puedas nombrarla como tal; la llamaría
cascada de silencio ó golpeteo sin eco.
Me encontré con un niño el otro día
por la avenida La Marina, me dijo con suma soltura –¿un dulce para su viaje?,
cuánto le vale, cuánto le cuesta, solo
10 centavitos señor- me dije entonces -si la felicidad tuviera precio, seria
justo, que costase solo 10 centavitos-, así, todos seriamos felices, y no lucharíamos
por ser infelices.
Yo quise ser feliz ese día, en
aquel momento, y solo me costo 10 centavos de sol, fui feliz viajando, aquel día,
por la avenida La Marina con sabor limón.