CANELA
Capitulo DOS
MAMÁ
Y el cuerpo de la Hoja tiende a engañarme, mostrándome espacio
utilizable, una de sus tentadoras estrategias, pero cual niño ilusionado por
algo, solo jugaba a ser algo que no era.
Un ser que pintaba en lienzo blanco, pinceladas en cursiva que hieran la tristeza. Pero nada de eso ocurría. Nada. El deseo se convirtió en temor. El temor se convirtió en un miedo asesino. Y lo helado de mis dedos, daban paso a creer en verdad, que aquello llamado ‘talento’ había abandonado mi cuerpo. Había desaparecido.
Un ser que pintaba en lienzo blanco, pinceladas en cursiva que hieran la tristeza. Pero nada de eso ocurría. Nada. El deseo se convirtió en temor. El temor se convirtió en un miedo asesino. Y lo helado de mis dedos, daban paso a creer en verdad, que aquello llamado ‘talento’ había abandonado mi cuerpo. Había desaparecido.
Sentado en mi silla, mirando al
monitor, viendo esa Hoja vacía, después de unos veinte minutos de silencio. Era
cierto, la Verdad se hacía camino como enredadera con espinas apoderándose de mi
sueño. Me sentí mutilado, engañado, cabizbajo, encontré en esa Puerta una
Salida a todos esos sentimientos que iban en cascada, pensé, unos días atrás,
que era una buena idea. Ser el nuevo Mago de los susurros de almas en vela. Un
arquitecto que sin miedo, edificaba las frases más alucinantes, ser dueño de
una prosa endiablada, la que hacia caer el velo de las doncellas con solo
susurrar mis palabras. Ser escritor, eso perseguía.
Ahora solo el silencio y este sonido que se acrecienta a ser la más
desgarradora realidad: solo soy alguien con un Deseo en las Manos.. nada más.
Salí de ese oscuro espacio, ese cuarto, con la intención de verme bajo
el sol, pensar que era de nuevo primavera y que los sonidos de aquellas aves
que me llamaban a volar con ellas. Aliviarían a este ser estéril. Sabía que
algo pasaba, y ese algo era lo que me asustaba.
No me veo Sentado al fin, en un lugar cerca de esa tumba, cripta en la que con delicadez de artista, unas letras que juntas se leía mi nombre. Es cuando vino a mí, el comentario de Alejandro Salinas, uno de mis mejores amigos, lo consideraba como tal, a quien por primera vez, contaba con unas ganas enormes mis planes futuros: los de mi viaje, y de renunciar a todo, para cumplir algo que anhelaba. Fueron esas palabras que pronuncio con un toque de azufre, las que me dejaron caer en una pesadilla la cual creo vivir todos los días, es cuando este deseo que logra apagarse cada vez que me ves sentado en aquella silla…
No me veo Sentado al fin, en un lugar cerca de esa tumba, cripta en la que con delicadez de artista, unas letras que juntas se leía mi nombre. Es cuando vino a mí, el comentario de Alejandro Salinas, uno de mis mejores amigos, lo consideraba como tal, a quien por primera vez, contaba con unas ganas enormes mis planes futuros: los de mi viaje, y de renunciar a todo, para cumplir algo que anhelaba. Fueron esas palabras que pronuncio con un toque de azufre, las que me dejaron caer en una pesadilla la cual creo vivir todos los días, es cuando este deseo que logra apagarse cada vez que me ves sentado en aquella silla…
- y dime ¿de qué viven los
escritores? Ya que estoy seguro que volverás, a pedirme dinero para saldar
todas tus malditas deudas que ganaras, por seguir dormido despierto. A otros
con los sueños- decía eufórico, y su voz me quemaba los oídos haciendo de mí, el ser más miserable de
todos.
Mire de nuevo. Y no pasaba de
escribir aquel nombre en cursiva, quedándome en un punto que no podía avanzar,
nombre que hasta ahora se cuela en mis Noches, y vive también en mis Días. Ella
es Canela, me pregunto qué estará haciendo en este momento, de seguro
preguntándose el de porque no la llame, anunciando las razones, por las que no
llegue a asistir a nuestro encuentro, es sin duda típico de mi, imagino sus
palabras
– otra vez, de lo mismo-
Caí con amargura, y de nuevo la helada
me distrajo de la verdad por un mísero segundo. –Qué difícil es esto- me dije,
abandonado con los brazos sobre el teclado de aquella maquina. Con dolor en el
pecho, insistí minutos después pero nada pasaba. No llegaba ese algo , que los
vientos dejan caer cuando les sobra: musas, deseos, violines, historias,
personajes.
Luego con desdén, seguí con mi
ahorcamiento –maldita la hora en que deje de utilizar celular-. Podría
refugiarme en su voz danzante, tan solo escucharla por un segundo, volvería a
volar entre letras y palabras, sería un recital, un concierto de Mozart. Estaría
sin duda ahora pensando en otra cosa que no sea el de verme en la penosa idea
de mandarle un correo, escribiendo el porqué de mi desplante. Pero sería
inútil, la conozco tan bien que sería en verdad inútil. Ella no cree en las
palabras escritas, tanto es así, que nunca le mande un poema, cuando éramos
enamorados. Entonces me pregunto -¿Qué estará haciendo ahora la Musa de mis
días?-
Se escucho un murmullo,
adivinando no entendiendo al principio, decía la voz algo sobre un Vuelo. Mis
ojos pegados por las legañas, un aliento a muerte, sin hacer caso a la voz, dejo
caer la laptop, que estaba reposando en mi regazo, me movía con torpeza, al
caer al suelo, escucho con claridad que mi corazón me llama a gritar, pero me
contengo. Casi despierto, me distraigo con la cara que tengo en mí delante. Y
de nuevo la voz, dice algo que asumo que es un aviso. Si, el capitán esta
hablando….
-Pasajeros del Vuelo 234, sírvanse
abrochar sus cinturones, que vamos a aterrizar-
Una señorita. Otro Ángel. Dibujaba
muecas a centímetros de mi cara. ¿Qué quedar?- me decía -de seguro espera algo.
Me samaqueaba, porque estaba sin mi cinturón, y ya era hora de aterrizar. Me di
cuenta que quede tronco, después de haber degustado las pastillas que tome por
Merienda. Mi espalda me mataba, mis manos me dolían, mi rostro no ayudaba, ya que
lo notaba por la expresión de la aeromoza. Divise mi laptop, estaba en el
suelo, la señorita la recogió por mí.
-disculpe, señor, por favor, sírvase abrocharse el cinturón, el Capitán,
acaba de anunciarlo por altavoz-
-lo siento, lo hago al momento-
Mis manos me dolían ¿qué
diablos?, la señorita me quedo viendo cual madre con su hijo, para esperar a
que complete la orden dada segundos antes. Me dije entonces, que no debía
pensar en otra cosa más que en salir pronto de la pesadilla que era el Volar. En
la vida había estado volando tan continuamente, me sentía golpeado por el cambio
de clima y la altura, tan solo pensarlo me aterraba, tantas cosas pueden pasar,
que no podía echarme a ver como moría la gente, si hubiese pasado lo peor. Por
eso, pedí a la señorita que me brinde unas pastillas, para calmar las ansias,
que eran olas, venían cada segundo, hasta que me quede completamente dormido.
Estuve así, por unos segundos,
pensativo mirando a mi País desde lo alto, tan hermoso, tan espectacular.
Cuando de nuevo las noticias se colaban en mi cabeza. – Papá a muerto- ¿un
conductor ebrio le había dado muerte?- me pregunte atontado. No recordaba, no
lo recordaba a ciencia cierta. La llamada de Mamá, era la más dura que he
recibido, tanto dormir me había disuelto el cerebro, y por más que quería no
recordaba nada de la conversación con mi Madre, sabia el cómo, pero no lo podía
recordar, lo sabía, porque mi Madre me lo dijo, pero después de pronunciar las
palabras – tu papa, a fallecido- borre completamente de mi disco duro, todo
relacionado a ese suceso. No me había pasado tal cosa, desde lo de Canela,
pararme en medio de la nada, solo viéndome en el espejo, a que pasen los días.
Estaba ahí, contemplando mi Tierra, y me sentía inseguro. Algo abordaría mi
cuerpo, y se sentía más frio que el clima de Lima a principios de Agosto. Si,
sentía miedo. Y este miedo disolvía toda valentía, e inundaba cada poro de mi
cuerpo. Entumeciendo cada miembro. Mi asiento se hacía tan pequeño, que no
controlaba mis impulsos, sumado al miedo de volar. No veía la hora de salir
corriendo. Y dejar a tras esta invención del hombre, otra invención que quiere
destruir la idea de que – nada puede con el Hombre – ni la idea de no poder
volar. Ilusos. Yo no creo en las leyes del Hombre.
Dibujaba la situación que me
esperaba, las condolencias, todo aquello que simulaba que en una época éramos
una familia, pero a todo esto, quería siempre ver primero a mi Madre, abrazarla
entre mis brazos, sabiendo que debe de sentirse abrumada y destrozada.
Yo con ganas de salir corriendo,
si, salir, pero nada que bajaba de las nubes, este condenado artefacto era una
cárcel aérea.
Vi mis manos, y se hacían
pequeñas; vi el corredor, y lo veía cada vez más grande. Cuando entendí. Que no
sabía cómo afrontar esta pena. Cuando ya con asombro mis pasos se volvían
nulos. Ahí, mirando el cielo nublado de Lima, agotado, desubicado.
Desconociendo todo…… - ¿alguien puede decirme que es lo que está pasando?-
Si hace un momento, me encontraba
en Europa, en la cuna de las Letras, los muros que ahora me acompañan tienen
ventanillas en fila, las horas han pasado, y debo de dar el primer paso, pero
todo se nubla, todo cae a mis pies. Los planes, los sueños, agobiado, quiero
ser algo que no soy, y es cuando la pregunta se crea sola, en mi cabeza -¿he
sido un buen Hijo?-
Los temblores cesan, las palabras
no quieren el salir de mi boca. Cojo la Laptop, y manejo un impulso que me da
las fuerzas, para poder salir de ese escondite. Camino, y solo camino sin mirar
a nadie, sin mirar a la sombra de mis temores. Dejo atrás todo, y con demencia
grito
-¡Taaaaaaaxi!-
-¿si señor, a donde lo llevo?-
- ¿sabe donde es el Infierno?- el
Taxista pone cara de mal genio. –Disculpe, caminare-
Mi casa es la que tiene una sola
planta, y queda solo a treinta y ocho cuadras del aeropuerto, sin duda una
caminata que no me hará daño. Quise entonces tratar de devorar mis miedos, cargo
con mi maleta, las ruedas ayudaban a mi osadía, no creo que en mi país los
amigos de lo ajeno se atrevan a arrebatarme esta humilde maleta, descolorida,
casi sin gracia. Así que no hay peligro.
Fue cuando me acorde que Carmen Santana, si, mi Amiga ‘Ojos lindos’ ,ella
vivía cerca de la Av. Consuelo, me acorde de ella en ese momento, fue una de
las invitadas la noche en que me despidieron mis amigos, cuando decidí irme de
aventura a Europa. Sentí el ir a verla, para poder tener apoyo, pero mis pasos
eran torpes, y casi sin pensarlo me fui alejando cada vez más, del camino que
desembocaba en la casa de mi amiga. Me sentí realmente Solo. Dibujaba en mi
cabeza los momentos que habíamos pasado con mi Padre. No podía creer que ya no
estaría conmigo. No podría creer que ya no podría hablar con él. No podría
creer que ya no estuviera, para cuando algún día me llegase a casar con mi
Musa, como lo extrañaría. Y fue que sin razón alguna, me tope con el camino de
piedras, de diferentes formas y colores, una cerca de madera que me resultaba conocida, y una
puerta, que sin duda en un momento de mi vida había tocado para ser atendido.
Si, era la casa de Canela. Ella también era mi Amiga, a ella la quería mi
Madre, porque su Visión de la vida no era como la mía. Y mi Madre quería que
sea ella quien me guie en mis pasos torpes. Ya que por así decirlo, mi Madre ya
había escogido a Canela para que sea ella la Madre de mi Hijos. Y yo siempre obedecía
las corazonadas de mi Madre. Mi Padre también le agarro cariño a Canela,
siempre ella sonreía con las ocurrencias de mi Viejo.
Me sentía solo, y esa soledad me
llevo a sentarme en el escalón, que al contacto con mi mano, se sentía cálido y
conocido, ahí pasábamos horas y horas, siempre hablando con Canela, del futuro,
de cosas que no tenían nada que ver con el mundo allá afuera, eran solo cosas
que se guardaban siempre en un cajón, para luego formar un tesoro que ahora
valoraríamos. El impulso me llevo a tocar mi cabeza, y a divagar en los
recuerdos. Fue cuando la puerta se abrió. Era la Señora Azucena Azcarate, Madre de mi ex – enamorada, la Hermosa Canela. Mi Canela tenía sus ojos,
su Boca, creí verla en cuerpo y alma. Pero era una imagen pasada por la vela
del tiempo. Me sentí aliviado cuando de los labios de aquella mujer, aparecía
la amacha que estaba buscando, palabras de consuelo y de alivio.
-mi más sentido pésame Querido
Alonso-
-¿Cómo?-
Lo leí en el periódico-
El silencio barrio mis palabras.
Los cuerpos se enlazaron en un
abrazo, que duro toda la eternidad.
-gracias, estoy bien- dije sin saber.
Minutos despues, las lágrimas de nuevo
brotaron, brotaron sin parar. La casa que creía desconocida, se volvió de nuevo
conocida, las palabras de la Madre de Canela me envolvieron, me deje llevar por
el aroma a Madre. Y me acorde de la mía. Mi Madre, si, Madre, porque ahora me
dejaste solo, sin despedirte siquiera.
Periódico
‘La Prensa’ - Prensa Escrita -
Miércoles 23 de Agosto, 2011
Luego
que perdiera la Vida el Señor Alonso Jesús Vásquez (Padre), importante hombre
de Negocios, dueño de la Fabrica Grupos Nora, en un accidente de tránsito. Su
señora esposa, Segunda Piedra Neciosup, al enterarse de la muerte de su Marido,
no pudo con la noticia, y consiguió beber veneno, el cual le causo una larga agonía,
terminando con su vida en la sala de emergencia del Hospital Negreyros. Dejando Tres
Herederos, siendo uno de ellos, el grandioso Escritor Alonso Vásquez Piedra,
que por razones que se desconocen, aun no saben noticias de su paradero.
Comentarios y voceros de la Familia dan información que el Hijo, el Prestigioso
Periodista y Escritor Alonso Vásquez Piedra se encontraba de viaje por Europa, escribiendo
su última Novela titulada Canela. Pudimos hablar con uno de sus hermanos ‘mi familia ahora se encuentra destruida, y
por razones que son obvias no daremos entrevistas’. Dijo a este periódico, el
Hijo menor de la Familia.
‘Nuestro más sentido pésame
para la Familia Vásquez Piedra, desde este humilde Periódico, que fue uno de
los Palcos, en donde, el Escritor Alonso Vásquez Piedra se hizo conocido con su
Columna Papeles Olvidados’.
Fueron las palabras del Director del diario. Amigo de la Familia Vásquez
Piedra.
Dios, si estás ahí
arriba, dime, si, dime en verdad ¿por qué? Porque me pones esta prueba, si tú
sabes, sabias lo mucho que amaba a mi madre, ¿por qué ahora te la llevas?,
porque ahora me dejas.
Me vi entre muros, no era la mía, no era mi casa, estaba
ocupando uno de los cuartos de visita. Todavía me encontraba en la casa de la
Madre de Canela, no me sentía valiente. Tanto como para poder volver a mi casa,
para sentir la soledad de sus cuartos. Sin las dos personas a las que más amo.
Mi Padres ya no estaban compartiendo mi historia. Me sentía el ser más mísero
de la tierra.
Otro techo que no conozco.
Cliquea para ver el Cap. III: Canela Cap. III
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